Pasar al contenido principal
El transhumanismo pretende cambiar la naturaleza del ser humano

¿Qué es la Universidad de la Singularidad?

El ingeniero jefe de Google, Ray Kurzweil, concibió la Universidad de la Singularidad (SU) como una gran reunión internacional de talento científico y tecnológico encaminada a resolver los grandes problemas de la Humanidad. A la vez, esta institución se ha convertido en el centro de irradiación del transhumanismo, una controvertida doctrina.

Singularity University

Cuando uno entra en el campus de la Universidad de la Singularidad (más comúnmente llamada Singularity U o SU, por sus siglas en inglés), en Silicon Valley (California), encuentra esta frase escrita sobre las puertas: “¿Cómo puedes mejorar la vida de 1.000 millones de personas en 10 años usando la tecnología?”. Es solo uno de los muchos eslóganes acuñados por esta institución que nació en 2008 de la mano de Google y la NASA con el objetivo de “reunir, educar e inspirar a un grupo de dirigentes que se esfuercen por comprender y facilitar el desarrollo exponencial de las tecnologías”, así como “orientar esas herramientas para resolver los grandes desafíos de la Humanidad”, según dicen sus estatutos.

El abanico de objetivos que se plantea la entidad es tan ambicioso como heterogéneo, pero el común denominador es el alto grado de idealismo que rezuman todos ellos: democratizar la educación y la información para todos los habitantes del mundo, resolver el crecimiento imparable de la población mundial y el deterioro medioambiental o procurar el acceso universal al agua, la energía y los alimentos, culminando con la curación de todo tipo de enfermedades y el hallazgo de la fórmula de la inmortalidad humana.

“La gran diferencia de la SU con otras universidades y centros de investigación es el enfoque”, comenta el director del Colegio Internacional San Francisco de Paula, en Sevilla, Luis Rey, quien, de forma vocacional y altruista, ejerce de embajador de la SU en la capital hispalense. “El enfoque ―continúa― es pensar globalmente, pensar en grande y creer en un desarrollo tecnológico exponencial. Eso es algo muy específico de esta universidad”.

Por este motivo, el catálogo de disciplinas en las que la SU ofrece su formación es también amplio y ecléctico: desde las asignaturas más clásicas como el Derecho, las finanzas o las Ciencias Políticas, hasta la inmersión en campos de conocimiento más actuales o casi futuristas como la biotecnología, la bioinformática, la nanotecnología, la neurociencia, la inteligencia artificial o la computación cognitiva.

El abogado y urbanista Albert Cortina lleva varios años investigando esta realidad junto al biólogo Miquel-Àngel Serra, con quien ha escrito los libros ¿Humanos o posthumanos? (Fragmenta, 2015), Humanidad infinita (Eiunsa, 2016) y Singulares (Eiunsa, 2016). Cortina señala que la institución promovida por Google “se basa en el principio de que las tecnologías están teniendo un desarrollo exponencial y los cambios que vienen son disruptivos, marcan un antes y un después”.

La SU plantea aunar todas las tecnologías emergentes y encaminarlas a fines loables 

A su juicio, los responsables de la SU “plantean una idea muy interesante, que es la convergencia de todas esas tecnologías emergentes y disruptivas, y cómo, a través de la interacción entre ellas, se pueden resolver los grandes problemas de la humanidad”. Este abogado valora positivamente esa idea de integrar disciplinas distintas y encaminarlas a fines loables: “Eso está bien, ojalá hubiese más instituciones, públicas o privadas, que adoptaran esa visión integradora y esa mirada a medio y a largo plazo”.

Singularidad y transhumanismo

Pero, para conocer a fondo la mentalidad que nutre una realidad como la SU, hay que entender primero el concepto de singularidad, un término que, en el ámbito de la física, indica un punto que se sitúa fuera del espacio-tiempo y en el que por tanto no rigen las leyes de la naturaleza. Un ejemplo de singularidad es el Big Bang, pues no podemos aplicar las leyes de la naturaleza ni a ese instante ni a los momentos previos.

Con el ruido de las voces de los niños de Primaria al fondo, el director del colegio San Francisco de Paula explica que fue el propio Kurzweil quien comenzó a usar el concepto de singularidad para referirse a un momento determinado del futuro próximo, “en el que la inteligencia artificial superará a la inteligencia humana, y por tanto la vida biológica y la vida tecnológica confluirán”.

El embajador de la SU prosigue: “Al igual que no podemos saber qué hubo antes del Big Bang, no estamos ahora mismo en condiciones de predecir qué va a ocurrir o qué vamos a ser capaces de hacer a partir de esa confluencia y del advenimiento de esa inteligencia superhumana. Es un punto y final, y lo que empieza después es una cosa distinta”.

Ray Kurzweil, cofundador de la Universidad de la Singularidad.

Cortina comenta: “El concepto de singularidad está principalmente referido a la inteligencia artificial pero, en conjunto, a la convergencia de todas las tecnologías emergentes. No solo es la IA o la robótica, sino también la nanotecnología, la biotecnología, las ciencias cognitivas. No es solo pensar que los robots nos puedan superar, sino que la conjunción de todas esas ciencias puede crear a los transhumanos: seres humanos hibridados con materia sintética e inteligencia artificial a través de esas tecnologías”.

El coautor de ¿Humanos o posthumanos? advierte de que lo que subyace detrás de toda la frenética actividad de la SU no es otra cosa que una doctrina llamada transhumanismo, que dio sus primeros pasos en los años 60 como corriente de pensamiento y que teoriza que el ser humano es solo un escalón intermedio de la evolución que, en cuestión de unos pocos años, está llamado a superar para alcanzar la condición de transhumano y llegar después a un estadio posthumano como destino final.

"Detrás de la SU hay una ideología que pretende cambiar la naturaleza del ser humano" 

“Detrás de esta institución, que mueve mucho dinero, y de toda esta visión futurista hay una ideología, poco conocida por la mayoría de la gente, que se denomina transhumanismo y que pretende cambiar la naturaleza del ser humano tal y como la hemos conocido todos estos miles de años hasta ahora”, advierte Cortina.

“Seréis como Dios”

Los profetas del transhumanismo abogan por acelerar esta transición. Su visión es retratada así por Cortina: “Ellos piensan que hasta ahora la evolución nos llevaba, pero que ahora nosotros tomamos el control de la evolución. Creen que la tecnología salvará al ser humano, salvará al planeta y nos permitirá conquistar el universo, seremos una especie multiplanetaria”.

Por ello, la SU confiere gran importancia a la selección y formación de líderes. Una cuidadosa selección determina el acceso a sus cursos y programas, entre los que sobresale el Global Solutions Program, un intenso ciclo formativo de 10 semanas de duración en el que participan solo unos pocos elegidos: el primer año solo asistieron 30 alumnos de todo el mundo, actualmente se imparte cada verano a apenas un centenar. Cortina alerta de que a estos líderes minuciosamente elegidos la SU les inocula una concepción de la ciencia que adolece de falta de humildad: “Seréis como Dios y podréis cambiar el curso de la evolución. Es la tentación de la serpiente del Génesis, es la soberbia. Es decirle al científico: ‘Tú puedes con todos los límites y vas a ser como Dios’”.

La humildad del científico

A Albert Cortina le preocupa la ideología del transhumanismo de la que “la SU es uno de los centros de irradiación en el ámbito empresarial, científico y social”. Según este abogado y urbanista, “el problema es si nos falta humildad y nos creemos más inteligentes que la naturaleza (desde un punto de vista agnóstico) o superiores a Dios (desde un punto de vista creyente)”.

El autor de ¿Humanos o posthumanos? opina que está bien avanzar todo lo posible en favor del ser humano, de la persona: “No pasa nada por explorar Marte, por intentar alcanzar los 130 años de vida con salud, por realizar mejoras en la alimentación para que cada vez más gente pueda comer. Ahora bien, conviene mantener una prudencia y una humildad, porque las ideologías basadas en la soberbia, que entronizan al hombre como ser supremo, han acabado en totalitarismos y han traído grandes desastres al ser humano. La naturaleza tiene sus reglas y una gran complejidad que nos admira y nos pone frente al misterio”, una complejidad que se extiende también al ser humano biológico que, por ello, es irreemplazable.

Cortina se confiesa partidario de esa otra posición más humilde que él define como humanismo avanzado, una visión abierta a la transcendencia que trabaja por un desarrollo humano integral: “Es la visión de los científicos que trabajan en la frontera del conocimiento y que reconocen el misterio y dicen: ‘Cada vez que sabemos algo más, nos abrimos a un abismo de misterio todavía mayor’”.