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Una historia sobre el Covid-19 en el Día Mundial del Autismo

A un lado autismo, al otro coronavirus

El aislamiento sanitario impuesto a un joven de 24 años por tener síntomas de Covid-19 no ha mermado la relación con su hermano con autismo solo dos años menor que él. Ambos se comunican a través de la puerta cerrada.

Santiago, con autismo, a la izquierda, junto a su hermano Pablo, ahora aislado por coronavirus.
Santiago, con autismo, a la izquierda, junto a su hermano Pablo, ahora aislado por coronavirus.

Santiago tiene 22 años y un trastorno del espectro autista. No sabe nada de la emergencia sanitaria del Covid-19, que tiene en vilo a todo el planeta, pero nota que algo muy extraño está ocurriendo en su familia. Su padre lleva seis días en el hospital afectado por la pandemia. Su hermano Pablo está haciendo la cuarentena en una habitación porque también tiene síntomas. Él no sale al centro ocupacional desde hace dos semanas y tampoco hay planes de fin de semana (excursiones, visitas a casa de la abuela...) que con tanto anhelo espera siempre.

Embelesado, Santiago escucha sentado junto a la puerta cerrada las canciones que Pablo le canta desde el otro lado

Pablo es dos años mayor y siempre ha sido para él mucho más que un hermano: su compañero de juegos, de risas, de canciones, cómplice de bromas y palabras de una jerga que solo ellos entienden. Santi le echa mucho de menos.

Cada día se levanta y dice en voz alta “Pablo lleva seis días de aislamiento; le quedan nueve para salir y Papá lleva seis días en el hospital”.  Pero un día hizo un descubrimiento sorprendente. Se asomó a la ventana para unirse al aplauso que los vecinos brindaban a los sanitarios y de pronto vio en la ventana de la habitación contigua la cara de su hermano del alma.

Su hermano le propuso ponerse a cantar juntos sus canciones favoritas por la ventana, pero a Santi le daba mucha vergüenza. Pablo le propuso entonces cantarlas a través de la puerta cerrada de su habitación, uno a cada lado. Fue entonces cuando descubrió todo un nuevo mundo de relaciones con su hermano. Embelesado, Santiago escucha sentado junto a la puerta las canciones que Pablo le canta, luego él le propone adivinanzas. Santi tiene sus detalles con su hermano, por ejemplo coge sus discos favoritos y se los deja junto a la puerta. 

Por las noches, a la hora de la cena, Eli, la madre, Elena, la hermana, y Santiago hacen videoconferencia con Pablo mediante el teléfono móvil, es lo que el joven con autismo llama la “videocomida” y lo pide todos los días.