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Un sector juguetero más sostenible

BioMat4Future: de residuos agroalimentarios a bioplásticos para fabricar juguetes

Este proyecto, liderado por el Instituto Tecnológico de Producto Infantil y de Ocio (Aiju), ha revalorizado los residuos alimentarios de hortalizas como aditivos que aportan a los juguetes propiedades como la coloración, menor inflamabilidad y efecto antimicrobiano.

Hacia la sostenibilidad en el sector juguetero
Hacia la sostenibilidad en el sector juguetero

Estos resultados se han obtenido dentro del proyecto BioMat4Future, que tiene como objetivo conseguir formulaciones totalmente sostenibles, es decir, utilizando tanto matrices poliméricas como aditivos de origen bio.

Según informa Aiju, la obtención de estos aditivos se ha realizado a partir de residuos agrícolas y, para la obtención de colorantes, se han utilizado restos de varias hortalizas, como acelgas, espinacas, brócoli y zanahorias, entre otras. Como agente retardante a la llama, se ha empleado lignina, fracción obtenida de partes leñosas de un buen número de plantas, como son las cáscaras de algunos frutos o las mismas ramas. Por último, el efecto antimicrobiano se ha aportado mediante la adición de aceites esenciales procedentes de las pieles de los cítricos, como la naranja o la mandarina, al tiempo que también se han utilizado extractos de la piel de la granada.

Además, explica, tras la obtención de estos aditivos, se han incorporado a la matriz de diversos biopolímeros, obteniendo piezas por inyección que sirven como ejemplo de aplicación en la industria del juguete.

Estas aplicaciones pueden llevarse ahora a la práctica por los fabricantes de juguetes. Según Aiju, ya hay 14 empresas interesadas en este proyecto, que tiene una duración de 18 meses y que cuenta con la colaboración del Instituto Valenciano de Competitividad Empresarial (IVACE) y del programa operativo FEDER de la Comunidad Valenciana.

El problema medioambiental del desperdicio alimentario

Aiju recuerda que las hortalizas, frutas y tubérculos suponen un 40-50% de los desperdicios en alimentación y un problema medioambiental de grandes dimensiones.

Solo en España, se tiran a la basura 7,7 millones de toneladas de alimentos cada año, situándose así en el séptimo lugar de la Unión Europea, tal como indica el Informe de la FAO ‘Save Food: Iniciativa mundial sobre la reducción de la pérdida y el desperdicio de alimentos’.

Según esta agencia de Naciones Unidas, se desperdician 1.300 millones de toneladas de alimentos anualmente en el mundo, algo que no solo provoca grandes pérdidas económicas, sino también un grave daño a los recursos naturales de los que la humanidad depende para alimentarse.

Esto es, el desperdicio de alimentos es responsable del 8% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero ocasionadas por el hombre. Cuando se desperdician alimentos, también se desperdician toda la energía y el agua que se requieren para cultivarlos, cosecharlos y transportarlos. Las sobras de la comida se tiran a la basura y son una de las fuentes más importantes de desechos en los vertederos, donde se pudren y producen metano, un gas de efecto invernadero aún más potente que el dióxido de carbono.

De ahí que encontrar maneras de reciclar los residuos agroalimentarios puede marcar una diferencia significativa en la cantidad de residuos desechados en los hogares.