
El reciclaje de acero no solo reduce residuos, también supone un importante alivio para el medio ambiente. El uso de acero reciclado evita entre 30.000 y 115.000 millones de euros al año en costes medioambientales, al reducir notablemente las emisiones de CO₂ asociadas a la producción de acero primario. Así lo confirma un estudio elaborado por Bureau of International Recycling (BIR), la principal asociación mundial del sector, y la consultora KPMG.
El propio BIR subraya que casi el 40% de la producción mundial de acero procede ya de chatarra reciclada, lo que permite reducir las emisiones de CO₂ en un 58%, consumir un 75% menos de energía y ahorrar 1.100 kilos de mineral de hierro, 630 kilos de carbón y 55 kilos de caliza por cada tonelada reciclada.
Casi el 40% de la producción mundial de acero procede ya de chatarra reciclada, lo que permite reducir las emisiones de CO₂ en un 58%
El impacto económico de estas cifras es notable. Si se considera el coste social del carbono —es decir, el valor económico de los daños causados por una tonelada adicional de emisiones de CO₂—, el reciclaje de acero se posiciona como una de las estrategias más rentables y sostenibles para la industria pesada.
Además del beneficio ambiental, el estudio destaca que el reciclaje contribuye a la seguridad de suministro de materias primas, reduce la dependencia de recursos naturales y fomenta una economía circular más resiliente.
El BIR, principal asociación mundial del sector del reciclaje, subraya que estos datos refuerzan la necesidad de políticas públicas que incentiven el uso de materiales reciclados, así como inversiones en tecnologías de reciclaje más eficientes.
Mitigación del cambio climático
El reciclaje de acero contribuye de forma decisiva a la mitigación del cambio climático al reducir la necesidad de producir acero a partir de materias primas vírgenes, un proceso que genera grandes cantidades de gases de efecto invernadero. Al utilizar chatarra como materia prima, se evita la quema intensiva de combustibles fósiles necesaria para extraer y fundir minerales, lo que se traduce en una menor contaminación atmosférica y una mejora en la calidad del aire, especialmente en zonas industriales densamente pobladas.
Además, el reciclaje de acero ayuda a preservar ecosistemas naturales que de otro modo serían destruidos por la minería a cielo abierto y otras formas de extracción intensiva. Al disminuir la demanda de mineral de hierro, carbón y caliza, se reduce la presión sobre hábitats frágiles, se evita la deforestación y se protege la biodiversidad. Esta práctica también minimiza la generación de residuos peligrosos y escorias, lo que facilita una gestión más limpia y segura de los desechos industriales.