Pasar al contenido principal
Día Mundial contra el Trabajo Infantil

Países en conflicto, niños explotados

Los conflictos y catástrofes matan, mutilan, provocan hambre y obligan a muchos pequeños a traficar con drogas, prostituirse o convertirse en combatientes y espías. El trabajo infantil despoja de derechos a 168 millones de niños de todo el mundo, y la ONU quiere poner fin a este problema.

Fuente: Save the Children
Fuente: Save the Children

Cada 12 de junio, gobiernos, representantes de la sociedad civil y medios de comunicación de todo el mundo unen sus esfuerzos en torno al Día Mundial contra el Trabajo Infantil, fecha con la que la Organización Internacional del Trabajo (OIT) trata de llamar la atención contra esta lacra y, así, contribuir a erradicarla.

No es para menos. Esta agencia de Naciones Unidas sitúa en cerca de 168 millones el número de niños que trabajan en la actualidad en el mundo (más del total de los menores que viven en Europa). Muchos de ellos lo hacen a tiempo completo y, otro gran número, en zonas afectadas por conflictos o catástrofes. No van a la escuela, no tienen tiempo para jugar y no reciben alimentación ni los cuidados necesarios. Simplemente, se les niega la oportunidad de ser niños. 

En el mundo hay más menores que trabajan que niños en toda Europa

Para llamar la atención sobre esta lacra, la OIT dedica cada 12 de junio a la lucha contra el trabajo infantil y, este año, al impacto que los conflictos y catástrofes tienen sobre él. Porque estas situaciones de emergencia tienen un impacto devastador en la vida de cualquier persona (porque matan, mutilan, lesionan, obligan a abandonar el hogar, destruyen los métodos de subsistencia y hacen caer en la pobreza y el hambre), pero los niños suelen ser sus primeras víctimas.

Riesgos en cadena

Los conflictos y catástrofes destruyen los medios de subsistencia de las poblaciones afectadas. A medida que las condiciones económicas de las familias empeoran, los ingresos que aportan los adultos se tornar insuficientes para sustentar a todos sus miembros y, a menudo, esto aboca a los más pequeños a abandonar la escuela y empezar a trabajar.

Otras veces, los más pequeños son separados de sus padres y hermanos, lo que los hace especialmente vulnerables al trabajo y a la trata. Pueden ser reclutados por grupos armados, que los utilizan como combatientes, espías o transportadores de cargas; verse forzados a trabajar como empleados domésticos, retirando escombros, recuperando metales en minas o en la calle, como vendedores ambulantes; sufrir abusos físicos y psicológicos y verse expuestos, incluso, al consumo de alcohol y drogas.

Otros factores de riesgo que los expone son la falta de infraestructuras educativas (por lo que los ataques a escuelas están prohibidos por el derecho internacional) y los desplazamientos en masa, que interrumpen la educación de los niños y les dificulta el acceso a la escuela en los lugares de destino. Según Save the Children, Siria ha registrado más de 4.000 ataques sobre colegios en lo que va de conflicto y, allí, una de cada tres escuelas se encuentra fuera de uso porque ha sido dañada por las bombas, utilizada como refugios para desplazados internos u ocupada por grupos armados.

Lamentablemente, aunque consigan matricularse, muchos menores encuentran enormes dificultades para adaptarse al nuevo programa de estudios y al idioma del país de asilo. En este sentido, Save the Children asegura que los niños refugiados tienen cinco veces más probabilidades de quedarse fuera de la educación que los no refugiados. Cita el caso de Líbano, que da cobijo a más de un millón de refugiados sirios. Más del 60 por ciento de los niños sirios allí presentes no se matricularon en el colegio durante el año escolar 2015/2016.  

Sistemas de protección que no protegen

¿Y los sistemas de protección a la infancia?, se preguntará el lector. Según Naciones Unidas, estas infraestructuras –“integradas y efectivas” en condiciones normales–, suelen debilitarse y colapsar en situaciones de conflicto y catástrofes. “Los inspectores de trabajo, las autoridades encargadas de hacer cumplir la ley y los funcionarios de bienestar social se sienten sobrecargados y carecen de los recursos necesarios para controlar y combatir efectivamente el trabajo infantil”, señala la OIT.

Objetivo: 2025

Para Naciones Unidas, el trabajo infantil es “una violación de los derechos de los niños”, un “freno al trabajo decente sostenible para el desarrollo” y “una mancha en la historia de la humanidad”. Por eso, su eliminación ha sido mundialmente acordada para el año 2025, a través de los Objetivos de Desarrollo Sostenible y, concretamente, mediante la meta 8.7.

Para conseguirlo, la ONU exige que se considere como una prioridad el trabajo infantil en las respuestas humanitarias, así como durante los procesos de reconstrucción y recuperación de los países afectados.

“El trabajo infantil afecta seriamente al bienestar físico y psicológico de los niños y, en situaciones de conflicto o catástrofe, en particular, participan en formas peligrosas de trabajo infantil que conllevan graves riesgos para su salud, su seguridad y bienestar. Los pequeños deben estar protegidos de los riesgos”, concluye esta agencia de la ONU.