
La cumbre de París de 2015 fijó un objetivo preciso en la lucha internacional contra el cambio climático: limitar el aumento medio global de la temperatura en el planeta a dos grados centígrados, y si es posible a grado y medio, desde la era preindustrial hasta el final de este siglo. Es el límite que los científicos han marcado para evitar que los efectos negativos sobre el medio ambiente y nuestras vidas sean irreversibles.
Hasta ahora, el incremento de la temperatura ha sido ya de un grado y, de seguir como hasta ahora, a partir de 2050, se podría llegar a un aumento medio global de entre cuatro y cinco grados y a incrementos locales de 10 grados en algunas zonas de la tierra, lo que supondría un panorama catastrófico.
La directora de la Oficina española de Cambio Climático, Valvanera Ulargui, habla expresamente de “urgencia”. Ulargui fue miembro de la delegación oficial española que viajó a Bonn el pasado mes de noviembre para participar en la última Cumbre del Clima (COP23), adonde se llegó, según dice, tras presenciar “fenómenos meteorológicos extremos en todas las regiones del mundo, y con un informe de la Organización Meteorológica Mundial que marcaba un récord histórico de las concentraciones de CO2”.
“Estamos todavía lejos de ese objetivo de los dos grados a final de siglo y del objetivo intermedio que es la neutralidad climática en 2050”, reconoce Ulargui, quien insta a secundar “la llamada clara de la Cumbre de París, que es llegar a un nuevo modelo de desarrollo bajo en carbono que impacte en nuestros modelos productivos, de consumo y en la vida cotidiana de todos los ciudadanos”.
"Hace falta un nuevo modelo de desarrollo bajo en carbono que impacte en nuestros modelos productivos y de consumo”
La directora de la Oficina de Cambio Climático resume así las sensaciones que ha traído de la Cumbre de Bonn: “La COP23 hizo un trabajo técnico potente y lanzó el mensaje de que seguimos construyendo, seguimos trabajando en todos los elementos del programa de trabajo, para terminar toda la letra pequeña del Acuerdo de París en 2018”.
“Se puede decir que ha habido un espíritu positivo”, prosigue la directora, que se felicita de que “ningún país ha dado marcha atrás”. La COP23 ha sido la primera cumbre que se ha celebrado tras el anuncio de Donald Trump de abandonar el Acuerdo de París. Aun así Ulargui hace hincapié en el hecho que EEUU todavía no ha comunicado oficialmente a Naciones Unidas su renuncia al histórico acuerdo climático.
Por ello, insiste en que la delegación estadounidense estuvo presente en la Cumbre de Bonn con una actitud positiva: “El papel de la delegación de EEUU en las negociaciones técnicas fue constructivo, de bajo perfil, pero no paralizó ningún avance e hizo de contrapartida en discusiones difíciles que hemos tenido con algunos países de la OPEP”.
Ulargui reconoció que Washington sí ha lanzado anuncios contundentes, como que no van a cumplir con la parte que les quedaba por aportar al fondo verde, cifrada en 2.000 millones de dólares. De cualquier modo, habrá que esperar a la Cumbre de Katowice de 2018 para ver dónde se posicionan tanto EEUU como otros países claves como China, “que tampoco ha tenido un papel claro en esta cumbre y ha tenido un perfil mucho más bajo que en la de París”. Tanto estos países, como otros que son fundamentales en la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero, podrían quedar dentro o fuera del acuerdo en la próxima cumbre.
Aun con esa puerta abierta a la incertidumbre, la directora de la oficina española se alegra de que, en la COP23, “ningún país ha reabierto conceptos importantes cerrados en París, aunque ha habido un intento de algunos países productores de petróleo que han querido volver a un lenguaje antiguo de países desarrollados frente países en desarrollo pero no lo han conseguido”.
En definitiva, la última cumbre terminó con “un texto donde están representadas todas las opciones (la preferida de EEUU, la de la UE y la de China) y ahora hay que hacer un trabajo de racionalizar estos textos y conseguir que esa letra pequeña sea consensuada por toda la comunidad internacional”. Por ello, Ulargui concluye: “Están en el documento todas las opciones y quedaron abiertos un montón de temas”.
La mayor concentración de CO2 en un millón de años
La visión científica la aportó Jesús Fidel González Rouco, investigador del Instituto de Geociencias de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) y unos de los autores del quinto y último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC). Este grupo fue creado en 1988 para que facilitara evaluaciones integrales del estado de los conocimientos científicos, técnicos y socioeconómicos sobre el cambio climático, sus causas, posibles repercusiones y estrategias de respuesta.
Además de recordar el dato de que la temperatura media global ha subido ya un grado desde el siglo XIX, González Rouco señala que en las dos o tres décadas más recientes el calentamiento ha estado por encima de lo ocurrido en los últimos 1.000 o 1.400 años. “El mayor sospechoso de esta evolución de las temperaturas es el cambio en el equilibrio energético del planeta y ese cambio se produce fundamentalmente asociado a las actividades humanas”.
En este sentido, se refirió a las emisiones de gases de efecto invernadero como el dióxido de carbono (CO2) o el metano, asociadas a la extracción y producción de carbón, petroleo, cemento, etc. “Hemos llegado a un nivel de concentraciones de CO2 de 400 ppm, que son probablemente las más altas que ha habido en un millón de años, aunque hay estudios que elevan esta cifra hasta tres millones de años”.
Valiéndose de numerosos datos estadísticos y gráficos, este científico del Instituto de Geociencias desgrana una avalancha de datos sobre el calentamiento global: “La cobertura de hielo de Ártico está en disminución desde mediados del siglo XX; la cobertura de nieve en el hemisferio norte está en disminución desde hace varias décadas, y todas las gráficas indican una pérdida de masa glacial equivalente a la subida del nivel del mar”.
Todas estas tendencias, a su juicio, “nos permiten entender de forma suficiente que la mayor parte del aumento de la temperatura desde mediados del siglo XX está relacionada con las actividades humanas”. Para González Rouco, esta última aseveración “no es una cuestión en discusión, es una evidencia”.
El investigador de la UCM insiste: “Esto son observaciones, no son discutibles, no son democráticas, no nos podemos plantear si ha habido cambio climático o no, solo podemos discutir qué hacemos con eso”.
"Si no se toman medidas el aumento será de cuatro grados y en algunas zonas de diez"
En cuanto al futuro, este científico también es claro: “Si no se toman medidas, a lo largo de las próximas décadas del siglo XXI no habría mucha diferencia, pero a partir de 2050, el aumento de temperatura estaría alrededor de cuatro grados y en algunas regiones podría ser de hasta 10 grados”.
En cambio, si se empieza ahora mismo a llevar a cabo lo acordado en París, la temperatura aumentará 1,5 grados, afirma González Rouco quien concluye: “Es un reto muy grande y no sé si llegaremos a tiempo pero no queda otra alternativa. El objetivo está bien planteado, debe estar en ese grado y medio o dos grados. No me gustaría contentarme con un ‘luego se llegará donde se pueda’. Es un reto que tenemos que mantener”.
“Políticas radicales”
Matthias Duwe es director de Clima del Instituto Ecológico de Alemania. Ha sido uno de los autores de un estudio que analiza la legislación y las políticas contra el cambio climático de 13 países que lideran esta lucha. Duwe indica que no todos los países tienen legislación sobre cambio climático, algunos tienen un sistema de gobernanza o un reglamento sobre esta cuestión.
Desde el punto de vista del Derecho, este experto también da la voz de alarma: “Tenemos un par de décadas para transformar de manera significativa nuestra economía y la forma en que se hacen negocios actualmente. Si no aplicamos políticas radicales va a ser difícil lograr este reto”.
Duwe argumentó que la mejor manera de luchar contra el cambio climático es que las medidas políticas se conviertan en leyes de obligado cumplimiento: “Cuando algo se pone algo en el marco de una ley significa que hablamos en serio”, esgrime el director de Clima.
"Si no aplicamos políticas radicales va a ser difícil lograr este reto”
“Si tenemos solo una declaración de intenciones se puede rebajar el grado de exigencia y de cumplimiento. Si lo ponemos en una legislación ya no nos podemos lavar las manos porque hay continuidad y estabilidad independientemente de quién esté a cargo del gobierno”, asegura este experto.
Además, para Duwe es muy recomendable que estas leyes vayan acompañadas del mayor consenso social y político posible: “Es importante contar con el mayor número posible de opiniones para lograr la participación de los interesados, no solo en la preparación también en la aplicación de una ley”.
Por último, también sugiere que estas leyes se acompañen de la creación de una entidad u órgano consultivo que ejerza una vigilancia frecuente de cómo se desarrolla el proceso, que se prevea lo que se puede hacer en caso de las cosas no vayan por donde se ha planificado, que haya fuentes gubernamentales y no gubernamentales que permitan transparencia, y que exista la oportunidad de revisar o mejorar las políticas existentes.
El Gobierno prepara una Ley de Cambio Climático y Transición Energética. En el primer trimestre el borrador saldrá de la comisión interministerial creada a tal efecto y, una vez que se consulte con los agentes sociales implicados, el texto se llevará al Parlamento.