En la agenda de Víctor Viñuales se agolpan las citas y los compromisos: en sus páginas se refleja la urgencia con la que hay que actuar contra el cambio climático. Por si no tuviera suficiente con su labor como vicepresidente de la Red Española del Pacto Mundial, director de Ecodes, y docente en la IE Business School, ahora se dedica a promocionar la Comunidad #PorElClima, una gran alianza de ciudadanos, ONG, empresas y administraciones públicas unidos en la acción por el clima.
Pregunta obligada: ¿Qué espera de la COP25?
Espero que los gobiernos estén a la altura de las circunstancias e incrementen sus compromisos climáticos en relación a los que asumieron en París. De eso va. Lo ha hecho por ejemplo la UE, incrementando de un 40 a un 50 por ciento -y estaría dispuesta a alcanzar un 55- sus reducciones para 2030. Así que mi primera expectativa es que los gobiernos hagan lo que deben. Pero también espero que sea un momento para que la sociedad española (empresas, ayuntamientos, comunidades autónomas…) aproveche que se celebra la cumbre en Madrid para acelerar sus compromisos climáticos. Ya deberíamos haber concluido la fase de diagnóstico y estar en la fase de la acción.
En este sentido, ¿le parece suficiente el compromiso anunciado por Pedro Sánchez de reducir un 20 por ciento las emisiones desde 1990 hasta 2030?
Todos los objetivos y, también el de nuestro Gobierno, deben incrementarse. Europa tiene que reducir sus emisiones de una forma drástica: tiene la tecnología, tiene la capacidad, tiene los recursos. En la medida en que sus emisiones suponen un 10 por ciento del total, hay que ver también cómo puede la UE influir en el resto del mundo a través de las relaciones comerciales. De alguna forma, el que compra paga y, por tanto, manda al proveedor.
"Hay que gritar porque los gobiernos tienen una tendencia muy general a postergar las decisiones importantes debido al cortoplacismo electoral"
¿Cree que se cumplirá en esta COP25 el objetivo expresado por el secretario de Estado de Medio Ambiente, Hugo Morán, de traer a los espacios de decisión a la gente que protesta en la calle; pasar del grito al trabajo conjunto?
Hay que hacer de todo: hay que gritar porque los gobiernos tienen una tendencia muy general a postergar las decisiones importantes, al estar influenciados por el cortoplacismo electoral. La sociedad debe empujar y gritar: “¡Ya!”. Desde este punto de vista hay que tener un doble enfoque: que hagan y yo hago. En este sentido, ciertamente hay mucha gente que está concentrada en el lamento de la oscuridad y no enciende velas. Tendríamos que hacer las dos cosas.
¿La transición ecológica depende más de los avances científicos y tecnológicos o de un cambio de mentalidad?
Tengo la convicción de que no saldremos del atolladero en el que estamos como civilización solamente con tecnología. Cuando se plantea lo que tenemos que hacer para una transición ecológica la gente pone la mirada solamente en el ‘hardware’ (los paneles solares, los coches eléctricos, etc.) pero esto no puede funcionar si no hay también un cambio de ‘sofware’, y ese ‘software’ es un cambio, cultural, de estilo de vida, de valores…
Has participado como ponente en Demos 2019, un buen escaparate de la sociedad civil. ¿Hasta qué punto es importante el concurso de la sociedad civil en esos cambios?
¿Dónde germinan esos cambios culturales? En la sociedad civil. No son las administraciones públicas o las empresas las que generan el cambio cultural, sino la sociedad civil. Esa transición cultural que necesitamos tiene que mucho que ver, en el fondo, con una austeridad voluntaria. Estamos inmersos en el consumismo como identidad personal, como estatus del ‘yo’ frente a los demás. Estamos anclados en lo que queremos o necesitamos y no en lo que ya tenemos o en las relaciones de calidad.
"Nuestros abuelos no habían oído hablar de economía circular pero la practicaban, nosotros manejamos el concepto pero no lo practicamos"
Las relaciones personales de calidad tienen un enorme valor, pero no cotizan en bolsa…
Cuando se habla de crecimiento, de desarrollo, en lo que se refiere al consumo de productos tenemos de decrecer, tenemos que consumir menos cosas sobre todo en el mundo más desarrollado. Eso puede ir acompañado por que hagamos otro tipo de cosas con muchísimo menos impacto ambiental, como conversar con amigos, pasear por el parque o jugar con los niños. Tenemos que redescubrir el sentido de la vida buena.
¿Esta crisis puede ayudarnos a redescubrir el valor de estos hábitos más humanos?
Sí. De hecho, el problema es que, cuando se habla de cambio en relación a la crisis ambiental, mucha gente lo asocia a que va a vivir peor. ¿Dónde está escrito eso? De hecho, lo que está escrito es todo lo contrario: consumir menos carne es bueno para la salud, caminar o desplazarse en bicicleta es bueno para la salud. Muchas de las cosas que hay que hacer son buenas para la salud. Todos deberíamos estar tranquilos porque podemos ir a una vida mejor, no peor.
Y, en definitiva, esas son cosas que ya hacía la generación de nuestros abuelos o bisabuelos…
Es que muchas veces lo hay que hacer es lo que podríamos llamar una ‘retroinnovación’, porque efectivamente nuestros abuelos no habían oído hablar de economía circular pero la practicaban, y nosotros que manejamos el concepto de economía circular no la practicamos. A veces se trata de recuperar valores que teníamos en la sociedad española y hemos abandonado estúpidamente.
"Como votantes, consumidores y actores, los ciudadadanos somos un ejército dormido que no es consciente del poder que tiene"
Pero, ¿los ciudadanos disponen realmente información veraz y alternativas en el mercado como para iniciar estos cambios?
Estamos en una crisis de tal magnitud que solo con la acción de una parte no hay posibilidad de éxito. Esto nos debería llevar a la humildad de pensar que primero tengo que hacer yo y luego pedir a los demás que hagan. Los ciudadanos, en nuestro papel de votantes, consumidores y actores, somos un ejército dormido que no es consciente del poder que tiene. Creen que no pueden hacer mucho y por eso no hacen nada. En realidad, tenemos mucho poder, incluso en aquellas cosas que parecen enormes y que parece que nos superan.
¿Puede poner un ejemplo?
Un ejemplo muy claro: hemos visto cómo ardía la Amazonía. Muchas personas se han angustiado pero han pensado que no podían hacer nada porque están a miles de kilómetros de Brasil y que no votan allí. ¡Craso error! Pueden ir al supermercado e informarse de si ese cerdo o ese pollo que están comprando está alimentado con soja que procede de explotaciones agrícolas que están deforestando la Amazonía y puede tirar de ese extremo del hilo y provocar un cambio enorme en Brasil. Tenemos un enorme poder que no utilizamos porque no somos conscientes. Y eso tiene que cambiar.
Lo que ocurre con Trump en la sociedad estadounidense sería otro buen ejemplo. Parece que este gobierno rayano en el negacionismo en lugar de ser un lastre está sirviendo de estímulo para la sociedad americana…
En efecto, lo que no podemos es limitarnos a nuestro rol como votantes y espero pasivamente a ver qué hace el gobierno que ha salido votado. Es un esquema que no funciona porque no tenemos tanto tiempo no podemos estar cuatro años sin hacer nada. De acuerdo, Trump está boicoteando los intereses de la Humanidad con su actitud, pero en EEUU la ciudadanía, las empresas, los bancos están pasando a la acción: nunca se han cerrado tantas centrales de carbón como con Trump. ¿Por qué? Porque, a estas alturas, los inversores no van a poner su dinero en centrales de carbón. Los gobiernos no son omnipotentes.