La velocidad del viento en la superficie del norte de la península antártica está descendiendo desde 2001, según revela un estudio publicado en la revista Atmospheric Research. Así lo muestra el análisis de múltiples datos registrados durante el periodo 1979-2022 liderado por un equipo del Centro de Investigaciones sobre Desertificación, la Universitat de València (UV) y la Generalitat Valenciana.
La velocidad del viento en superficie es una variable del clima menos estudiada comparada con la temperatura o la precipitación, pero tiene importantes implicaciones, aseguran los investigadores. Los recientes récords de temperatura del noreste de la Antártida se asocian al viento, cuyo aumento incrementa el efecto Foehn (el aire asciende por el lado de barlovento de las montañas, enfriándose y generando precipitación, y baja por el lado opuesto como aire seco y cálido). Asociado a este proceso también se genera un deshielo de las plataformas de hielo Larsen.
Así, las variaciones en la velocidad del viento en superficie en la región pueden impactar también en las precipitaciones en el lado oeste de la península, en la cantidad y estabilidad del hielo marino, a la corriente Circumpolar Antártica o a la formación de aguas profundas en la Antártida, destacan los científicos.
La investigación está basada en datos registrados en la zona y en simulaciones climáticas del reanálisis ERA5 del ECMWF / Copernicus Climate Change Service. Como las condiciones en la Antártida son adversas, el equipo del Laboratorio de Clima, Atmósfera y Océano (Climatoc-Lab) del CIDE realizó un control de calidad y homogenización a las series de datos registradas. Además, analizaron por primera vez los datos de velocidad de viento en superficie de la Base Antártica Española Juan Carlos I del CSIC.
Miguel Andrés Martín, investigador del CIDE y autor principal del estudio asegura que “cuando estudiamos todo el periodo de los datos observacionales detectamos cómo las tendencias positivas dominan, aunque presentan gran variabilidad entre años y entre observatorios. Sin embargo, tras un análisis de la variabilidad por décadas vemos que desde 2001 las tendencias positivas han dado paso a un periodo donde la velocidad del viento está descendiendo”, revela.