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Según el informe ‘Cero Emisiones Netas: lo que costaría, lo que podría aportar’ de McKinsey & Company

El alcance de cero emisiones netas en 2050 afectará más a los países con menor PIB per cápita

Esto se debe a que una parte relativamente mayor de sus puestos de trabajo, su PIB y su stock de capital se encuentran en sectores más expuestos, como la industria manufacturera, la agricultura y la energía basada en combustibles fósiles. Entre los países a los que más podría afectar, el estudio de McKinsey & Company cita a Bangladesh, India, Kenia y Nigeria.

El mercado laboral también sufriría cambios debido a una reasignación de la mano de obra.
El mercado laboral también sufriría cambios debido a una reasignación de la mano de obra.

McKinsey & Company, consultora global que se focaliza en resolver problemas concernientes a la administración estratégica, ha publicado su informe “Cero Emisiones Netas: lo que costaría, lo que podría aportar”, el cual toma como punto de partida el hipotético escenario Net Zero 2050 de la Network for Greening the Financial System (NGFS) y donde examina, con un análisis en profundidad de 69 países en todo el mundo, las implicaciones que podría tener alcanzar ese nivel de cero emisiones en 2050.

El informe se centra en las consecuencias y beneficios que conllevaría alcanzar este objetivo para la demanda, el gasto de capital, los costes de producción y el empleo en los sectores que producen el 85% de las emisiones totales.

Joseba Eceiza, socio de McKinsey y líder de la práctica de sostenibilidad en España, asegura que "la transición a cero emisiones netas equivaldrá a una enorme transformación económica. Las acciones de empresas y gobiernos individuales, junto con el apoyo coordinado a los sectores, países y comunidades más vulnerables, podrían facilitar los ajustes económicos y sociales que serán necesarios".

El alcance de la transformación económica sería significativo. Por un lado, el gasto de capital en bienes físicos ascendería a unos 275 billones de dólares hasta 2050, unos 9,2 billones de dólares al año aproximadamente, lo que supone un aumento de 3,5 billones de dólares con respecto al gasto anual actual. De este modo, hoy el 65% del gasto en energía y suelo se destina a productos de altas emisiones, pero en el futuro, el 70% se destinará a productos de bajas emisiones y a infraestructuras de apoyo, invirtiendo la tendencia actual.

Por otro lado, el mercado laboral sufriría cambios debido a una reasignación de la mano de obra con unos 200 millones de puestos de trabajo directos e indirectos ganados y 185 millones perdidos de aquí a 2050. Además, los principales cambios se producirían en la fase inicial, por lo que la próxima década será decisiva. Así, el gasto aumentaría hasta el 8,8% del PIB entre 2026 y 2030, desde el 6,8% actual, antes de caer. Por su parte, los costes de producción de electricidad aumentarían a corto plazo, pero luego se reducirían desde su máximo.

Un 20% del PIB Mundial estaría muy expuesto

Los sectores más expuestos serían aquellos con productos u operaciones de altas emisiones (energía, industria, agricultura y movilidad, entre otros), los cuales representan, actualmente, alrededor del 20% del PIB mundial. Otro 10% del PIB corresponde a sectores cuyas cadenas de suministro tienen altas emisiones, como la construcción.

Sin embargo, los hogares de bajos ingresos de todo el mundo pueden ser los más afectados por el mayor coste de la electricidad a corto plazo y por los costes en los que pueden tener que incurrir para adquirir productos de bajas emisiones, como nuevas calefacciones o coches eléctricos.

Una transición desigual

Por regiones, el impacto de la transición a nivel global será desigual. Aquellas economías basadas en los servicios, entre las que se encuentra España y que cuentan con un PIB per cápita alto, cuentan con una exposición global baja a los ajustes de la transición a cero emisiones.

Sin embargo, en determinadas regiones y sectores, la exposición podría ser elevada. Estos países también tienden a tener altas emisiones de los consumidores, 1,6 toneladas per cápita de media, frente a las 0,9 toneladas per cápita de media de los demás países y, por tanto, tendrán que inducir cambios de comportamiento en sus poblaciones e incurrir en costes de capital iniciales para descarbonizarse.

Por el contrario, los países con menor PIB per cápita muestran una mayor exposición a la transición. Esto se debe a que una parte relativamente mayor de sus puestos de trabajo, su PIB y su stock de capital se encuentran en sectores más expuestos, como la industria manufacturera, la agricultura y la energía basada en combustibles fósiles. Entre los países más expuestos se encuentran Bangladesh, India, Kenia y Nigeria.

Necesidad de realizar los cambios

A pesar de la magnitud de los cambios necesarios, los costes y trastornos derivados del aumento de los riesgos físicos o de una transición desordenada serían probablemente mucho mayores. La transición conlleva riesgos, como la escasez de energía y el aumento de los precios si no se gestiona bien. Si se retrasa o se hace de forma abrupta, la transición aumentaría el riesgo de bloqueo de recursos y despidos de trabajadores. Sin embargo, los resultados serían mucho peores si no se tomara ninguna medida, ya que alcanzar las emisiones netas cero y limitar el calentamiento a 1,5°C evitaría los impactos más catastróficos del cambio climático.

Una transición ordenada ofrece oportunidades de crecimiento y beneficios a largo plazo más allá de la descarbonización. Aunque los impactos se distribuirán de forma desigual, una transición bien coordinada reportaría beneficios, entre ellos, el potencial de una disminución a largo plazo de los costes energéticos, la mejora de la salud y la conservación del patrimonio natural. Las áreas de crecimiento podrían ser las relacionadas con actividades eficientes de descarbonización y la creación de nuevos mercados de bienes de bajas emisiones.

En definitiva, el informe concluye que conseguir la transición a cero emisiones netas dependerá del compromiso de las empresas, los gobiernos, las instituciones y los individuos de todo el mundo. Además, requerirá un cambio de mentalidad total, que incluya la preparación para la incertidumbre y los riesgos a corto plazo, actuación con mayor determinación, unidad e ingenio y la ampliación de los horizontes de planificación e inversión.

Tal y como señala Joseba Eceiza, "la transición económica para alcanzar el nivel cero será compleja y exigente, pero es necesaria. La cuestión ahora es si el mundo puede actuar con decisión y poner en marcha la respuesta y la inversión necesarias en la próxima década".