El IGME lleva realizando un seguimiento del estado de estas aguas subterráneas desde la década de 1960. David Pulido, director del departamento de Aguas y Cambio Global del IGME, apunta que las aguas subterráneas, con más inercia que las superficiales, son un recurso estratégico para la gestión de sequías.
Por otro lado, la sobreexplotación de las aguas subterráneas es una realidad en zonas como Doñana o el Alto Guadiana, afectando a humedales y espacios naturales, y señala que “hay acuíferos en España que han registrado descensos de hasta 10 metros al año, y que pueden tardar un siglo en recuperar su nivel, algo a lo que también afecta el cambio climático”.
En este contexto están los resultados de una investigación desarrollada por el IGME, según los cuales, si se siguen incrementado las emisiones de CO2 como hasta ahora, para 2045 la recarga o entrada de agua a los acuíferos disminuirá, de media, un 11%, llegando a más de un 20% en más del 10% del territorio peninsular.
La situación es especialmente alarmante en las zonas costeras, según han constatado las investigaciones, donde al bajar el nivel de los acuíferos se producen entradas de aguas salinas en el sistema, situaciones que tienen muy complicada solución.
Protección del patrimonio
Miguel Mejías, jefe del área de Hidrogeología Aplicada, recuerda que el mantenimiento de las aguas subterráneas “es fundamental para el suministro a la población y para el desarrollo económico” y recuerda que, gracias a las redes de control que están distribuidas por todas las demarcaciones hidrográficas, es posible conocer el estado, en cantidad y calidad, de cada acuífero.
Mejías asegura que es un conocimiento en el que se ha avanzado mucho y en cuya mejora continua se trabaja, gracias a nuevas tecnologías como es la instrumentación de piezómetros (sensores en sondeos), capaces de transmitir datos en tiempo real, y a las nuevas posibilidades que ofrece la inteligencia artificial.