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Almudena Olaguibel, especialista en Políticas de Infancia de UNICEF España

“Es preocupante el elevado número de niños en centros de acogida”

Casi medio millón de niños y niñas de toda Europa y Asia Central, 456.000 en concreto, viven en centros de atención residencial, incluidas instituciones a gran escala, según se desprende del informe ‘Caminos hacia una mejor protección: balance de la situación de los niños y niñas en acogimiento alternativo en Europa y Asia Central’, que ha elaborado UNICEF. Almudena Olaguibel, especialista en Políticas de Infancia de UNICEF España, explica estos datos que considera preocupantes.

Para estos niños y niñas, vivir en una institución puede comprometer su desarrollo y bienestar.
Para estos niños y niñas, vivir en una institución puede comprometer su desarrollo y bienestar.

La tasa de niños y niñas que viven en centros de acogimiento residencial en Europa y Asia Central duplica la ratio mundial: 232 de cada 100.000 viven en centros de acogimiento residencial, frente a 105 por cada 100.000 en todo el mundo. En España la tasa de acogidos en centros de protección fue de 261 por cada 100.000 en el año 2018, y de 210 en 2022.

Para estos niños y niñas, vivir en una institución puede comprometer su desarrollo y bienestar, aunque el informe destaca el éxito de España por conseguir homogeneizar datos agregados a nivel nacional sobre sistemas de asistencia muy divergentes entre sus comunidades autónomas.

UNICEF España aboga por un enfoque preventivo, apoyando a las familias biológicas para evitar en lo posible la separación familiar. También apuesta por el impulso al acogimiento familiar y el soporte a estas familias acogedoras, sean extensas o ajenas. 

Por ello, en UNICEF consideran que la vida en un centro residencial debe ser siempre la última opción, por el menor tiempo posible y garantizando que se trate de entornos familiares, pequeños, con profesionales formados con capacidades y recursos para ofrecerles cuidado y protección de acuerdo a sus necesidades específicas, incluyendo el cuidado de su salud mental y bienestar emocional. Al respecto, hablamos con Almudena Olaguibel, especialista en Políticas de Infancia de UNICEF. 

- ¿Es preocupante el número de niños y niñas que viven en centros de acogida en Europa? 

A pesar de que las cifras se han reducido desde 2010, fecha del último análisis de toda la región, el negativo legado de la institucionalización de niños y niñas en Europa y Asia Central aún permanece. Al comparar las cifras con otras regiones del mundo, la tasa de niños institucionalizados en la región es muy alta (204 por cada 100.000 niños frente a 105 por cada 100.000). Son preocupantes las elevadas ratios en algunos países y, sobre todo, la alta presencia de niños y niñas con discapacidad y los bebés y niños pequeños.

- ¿Cómo se encuentra España al comparar estos datos con el resto de Europa?

Hace años, España se encontraba a la par del resto de los países de Europa occidental, que son los que mayores tasas presentaban (294 por cada 100.000 niños y niñas). Ese año, en 2018, España presentaba una tasa de niños y niñas acogidos en centros de protección de 261 por cada 100.000; sin embargo, según los últimos datos disponibles, esta tasa fue de 210 en 2022. A pesar de este descenso, el número de menores separados de sus familias biológicas y que residen en pisos o centros de protección en nuestro país sigue siendo alto.

- ¿Cómo puede influir para estos menores crecer en estos centros?

Muchos estudios han analizado las consecuencias que tiene el crecer en un entorno institucionalizado. Es cierto que no todos los centros de acogimiento residencial son iguales, y que la tendencia es que estos recursos sean pequeños y con características que los asemejan más a un hogar, con profesionales formados y un acompañamiento que atiende a sus necesidades. 

Por el contrario, el informe señala que los niños que viven en instituciones a gran escala suelen sufrir abandono emocional y mayores índices de abuso y explotación, y están expuestos a problemas de salud mental a largo plazo, trastornos psicológicos y traumas. 

Además, pueden presentar retrasos cognitivos, lingüísticos y otros problemas en su desarrollo, especialmente, si han sido institucionalizados desde muy pequeños. Estos niños y niñas tienen dificultades para entablar relaciones positivas durante la infancia y la edad adulta, lo que les crea una sensación de aislamiento y soledad. 

- ¿Cómo se puede evitar que tantos acaben en centros de acogida?

Europa ha hecho grandes esfuerzos por revertir la herencia de la institucionalización masiva de niños y niñas, y es que el derecho a vivir en familia es uno de los consagrados en la Convención sobre los Derechos del Niño de 1989. En primer lugar, es fundamental apoyar a las familias biológicas y que las situaciones de pobreza o problemas puntuales no desencadenen una separación familiar. 

También apostar por el acogimiento familiar, ya sea con otros familiares (abuelos, tíos) o con una familia de acogida, pero siempre brindando los apoyos que necesiten y acompañándolas durante todo el proceso. 

- ¿Qué dato del informe le parece el más alarmante?

El informe pone el acento en la gran cantidad de niños y niñas con algún tipo de discapacidad que residen en centros residenciales, y eso que las cifras no incluyen algunos de los recursos donde se derivan a estos niños y niñas (como internados o centros sanitarios). Están sobrerrepresentados, y su proporción en el total de acogimiento residencial ha crecido en los últimos años.

- ¿Y qué sucede con los bebés y menores de tres años?

Con los efectos ya estudiados de la institucionalización en la primera infancia, se ha hecho un esfuerzo para buscar alternativas al acogimiento residencial para ellos, y las cifras dan cuenta de un descenso de niños de entre 0 y 3 años institucionalizados. No ha ocurrido lo mismo con los adolescentes y jóvenes, cuya representación ha crecido. 

Muchas veces la institucionalización se ofrece como la única respuesta para los adolescentes; tanto para los que presentan problemas que no fueron tratados en su momento, los que han migrado solos, y los chicos con discapacidad cuando van creciendo.