
El 10% de la infancia mundial actual se ha visto despojada, de forma parcial o total, de su derecho a divertirse e ir al colegio. En definitiva, del derecho a ser niño. En términos absolutos, las cifras son escalofriantes: 160 millones de niñas y niños de entre 5 y 17 años de todo el mundo trabajan.
Por si fuera poco, un número indeterminado de todos ellos, estimado en unos 80 millones, sufre las peores formas de trabajo infantil, definidas en el Convenio número 182 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), tales como la trata, la esclavitud o los niños y niñas en conflictos armados.
Ello no implica, sin embargo, que no se esté actuando de manera concienzuda para erradicar esta lacra. Todo lo contrario. Esta labor, tal y como explica a Soziable.es Rocío Vicente, especialista en programas de cooperación, acción humanitaria y alianzas de UNICEF España, se ha visto intensificada.
Desde la organización, con motivo del Día Mundial contra el Trabajo Infantil, que tiene lugar cada 12 de junio desde el año 2002, subrayan que, en esta línea, “sumamos esfuerzos para actuar, generar conciencia y visibilizar que el trabajo infantil no puede tener lugar en nuestras sociedades”.
“Para acabar con el trabajo infantil, se requiere de una respuesta coordinada y eficaz de todos y cada uno de los actores con responsabilidad en la protección de los derechos de la infancia”
Y es que terminar de una vez con el trabajo infantil es una tarea de todos: gobiernos, organismos internacionales, la sociedad en general y las empresas. Así lo cree Rocío Vicente, quien asegura que “para acabar con el trabajo infantil, se requiere de una respuesta coordinada y eficaz de todos y cada uno de los actores con responsabilidad en la protección de los derechos de la infancia”.
Pero, sin duda, es preciso aún mucho más, ya que, como afirma la representante de UNICEF España, “no vamos por el buen camino para cumplir con el objetivo fijado por la comunidad internacional de eliminar el trabajo infantil para 2025 (meta 8.7 ODS)”. Los últimos datos, a este respecto, no dejan lugar a la duda. “Aún hoy, 160 millones de niñas y niños no pueden tener una infancia, no pueden crecer sanos o ir a la escuela o jugar porque se ven obligados a trabajar, muchas veces poniendo en riesgo sus vidas”, denuncia Vicente.
Y, por ello, reclama “más cooperación al desarrollo, compartiendo recursos, información y aprendizajes; campañas de movilización social para activar a la sociedad en su conjunto y concienciar sobre los riesgos del trabajo infantil; más inspecciones laborales y mayor vigilancia de las cadenas de suministros; leyes más estrictas y más inversión en una educación universal y de calidad”.
Más que jugar e ir a la escuela
Además de no poder jugar o aprender, o hacerlo en menor medida, el trabajo infantil trae consigo otras consecuencias muy negativas para las niñas y niños que se ven obligados a ejercerlo. Según Rocío Vicente, esta lacra “limita e impide todos y cada uno de los derechos de la infancia porque conlleva condiciones que son perjudiciales y nocivas para su bienestar, su salud (física y mental) o su educación, entre otros”.
En concreto, la especialista en programas de cooperación, acción humanitaria y alianzas detalla que “las niñas y los niños que son empujados a trabajar pasan largas jornadas a pleno sol en plantaciones de cacao o algodón; manejan maquinaria muy pesada (que puede provocar lesiones); están horas en fábricas respirando aires tóxicos o en pequeños túneles”. Y todo esto, añade, “sin poder ir a la escuela o jugar y, además, normalmente en zonas que quedan lejos del alcance de los servicios públicos y muchas veces sin la protección de sus familias”.
Este inadmisible mal que continúa persiguiendo a la sociedad actual se concentra en las regiones de África, Asia y el Pacífico, que alcanzan, en conjunto, la cifra de casi 9 de cada 10 niños en situación de trabajo infantil en todo el mundo. Por sectores, el 70% del trabajo infantil ocurre en la agricultura y es casi tres veces más frecuente en zonas rurales (donde afecta al 14% de la población infantil) que en las urbanas (5%).
“El trabajo infantil limita e impide todos y cada uno de los derechos de la infancia porque conlleva condiciones que son perjudiciales y nocivas para su bienestar, su salud o su educación”
Y, como en otros muchos ámbitos, la vulnerabilidad es mayor en el caso de las niñas y adolescentes, ya que, como explica Rocío Vicente, “se las relega a trabajos y tareas en las que quedan desprotegidas y en situaciones de invisibilidad. Están más expuestas a ser víctimas de explotación sexual; a ser obligadas a casarse a edades muy tempranas o quedar relegadas al trabajo doméstico. Y estas niñas y adolescentes son extremadamente vulnerables porque pueden sufrir violencia y abusos físicos y psicológicos”.
Tendencia negativa
La tendencia en relación con la evolución de las cifras de trabajo infantil en el mundo continúa siendo “muy preocupante”, puesto que, como asegura la portavoz de UNICEF España, “los datos alertan de un crecimiento que viene produciéndose desde 2016 y que ha tenido lugar mayoritariamente en los países del África Subsahariana (que es la región que concentra las mayores tasas de trabajo infantil)”.
Se trata de un crecimiento que, como argumentan desde la organización, se ha venido produciendo debido a varios motivos, principalmente, diferentes conflictos, las crisis y la pandemia de la COVIDD-19.
Pero más alarmante aún resulta el incremento en las cifras correspondientes a las formas más extremas de explotación, tales como la trata o la explotación sexual, que se estiman, en la actualidad, en unos 79 millones. En este sentido, Rocío Vicente recalca que “desde UNICEF alertamos de que el avance de la desigualdad y la pobreza son una amenaza que está poniendo en riesgo a cada vez más niños y niñas” y, además, recuerda que “también actúan como aceleradores que los adultos no cuenten con condiciones dignas o la falta de servicios básicos y asistencia para las familias”.
Enfoque integral
Con el objetivo de erradicar una lacra como la que supone el trabajo infantil, desde UNICEF han puesto en marcha medidas diversas amparadas bajo un enfoque integral. Sobre dicha perspectiva, Rocío Vicente sostiene que “abarca desde la prevención (es decir, evitar que las niñas y niños queden en riesgo de explotación) a dar respuesta a la infancia que ya es víctima de trabajo infantil (desde las políticas de protección social)”.
“Sabemos que la escuela es la estrategia preventiva más valiosa contra el trabajo infantil”
Entre dichas medidas, la representante de la organización alude, en concreto, a ayudas directas a las familias más vulnerables como fuentes alternativas de ingresos o para que puedan cubrir las tasas escolares, el transporte u otros bienes esenciales.
Pero, además, explica que “acompañamos a estas familias para que pongan todo el esfuerzo en la escolarización de sus hijos, porque sabemos que la escuela es la estrategia preventiva más valiosa contra el trabajo infantil” y recuerda que otra de las acciones que llevan a cabo consiste en “trabajar con el legislador para fortalecer los marcos legales de protección (por ejemplo, afinando una legislación más estricta para el trabajo nocivo o incluyendo la edad mínima)”.
Asimismo, la organización también realiza esfuerzos y desarrolla programas para cambiar las percepciones sociales, puesto que, en algunas culturas, la explotación laboral de niños y niñas está aceptada socialmente, especialmente cuando supone una forma de asegurar la supervivencia económica de la familia.
Y, además, mantiene la convicción de que las empresas deben respetar los derechos de los niños y erradicar y prevenir situaciones de trabajo infantil en toda su cadena de valor. En este sentido, UNICEF trabaja para que las empresas establezcan medidas como la verificación de la edad, la sensibilización en las comunidades en las que operan o la puesta en marcha de medidas de protección para niños afectados y sus familias.