Pasar al contenido principal
Eliminarlo podría ayudar a luchar contra la corrupción, el crimen organizado y la evasión fiscal

La 'maldición' del dinero en efectivo

En un mundo en el que el CD ha sucumbido frente al mp3, en el que el correo postal trata de sobrevivir al e-mail y en el que los libros de siempre conviven con lecturas digitales, hay voces que abogan por la desaparición del dinero en efectivo. La de Kenneth S. Rogoff, ex economista jefe del Fondo Monetario Internacional, es una de ellas.

Billetes de euro.
Billetes de euro.

Según el informe “Los medios de pago, un paisaje en movimiento” de la auditora y consultora PwC, el cash sigue siendo, de largo, el medio de pago más usado en el mundo. Según las estimaciones de esta firma, alrededor del 85 por ciento de las transacciones y el 60 por ciento del valor de las mismas se realizan con dinero contante y sonante, porcentajes “sorprendentemente altos” si se tiene en cuenta la gran variedad de medios de pago existente en el mercado.

Aunque la realidad del sector es muy diversa desde el punto de vista geográfico, hay, en general, una relación directamente proporcional entre el desarrollo de una economía y el uso de medios distintos del efectivo. “A mayor desarrollo, mayor empleo de tarjetas, de transferencias, de domiciliaciones y de cheques”, señala PwC en su informe. África, con un 99 por ciento de empleo de efectivo, y Norteamérica, con un 51, son las regiones que se encuentran en los extremos de la escala.

En España, con un 84 por ciento del total de las transacciones, también prevalece el pago al contado.

Una propuesta innovadora

Kenneth Rogoff, economista jefe del Fondo Monetario Internacional de 2001 a 2003, está convencido de que el mundo sería un lugar mejor si se prescindiera de la mayor parte del papel moneda que circula a nivel planetario. A esta idea le dedica nada más y nada menos que 333 páginas, las que conforman “Reduzcamos el papel moneda”, un ensayo en el que recorre “la amplia gama de actividades delictivas” en las que “el dinero en efectivo juega un papel estelar”. En declaraciones a Soziable.es, el autor se refirió “al tráfico de drogas, al crimen organizado, la extorsión, la corrupción de funcionarios y cargos políticos, el tráfico de seres humanos y, por supuesto, al lavado de dinero”. “El hecho de que los billetes grandes se utilicen mucho más para actividades ilegales que legales hace tiempo que caló en la televisión, las películas y la cultura popular; las autoridades, sin embargo, han sido mucho más lentas en reconocer esta realidad”, lamenta Rogoff. Llama la atención, por ejemplo, que una inmensa parte de la oferta monetaria mundial esté en billetes “de alta denominación” (los equivalente a 50 dólares, o más), y que “los ciudadanos raramente los usen y vean”, como el billete de 100 dólares estadounidense, el de 10.000 yenes japonés, el de 500 euros de la eurozona o el de 1.000 francos suizos.

Publicado en España por Ediciones Deusto, el ensayo de Rogoff ofrece también una propuesta para eliminar gradualmente y casi en su totalidad el dinero en efectivo, y aborda las cuestiones que surgirían durante la transición, “desde los miedos sobre la privacidad y la estabilidad de los precios hasta la necesidad de proporcionar tarjetas de débito subsidiadas a los más desfavorecidos”.

Ahora bien, el economista deja claro que apuesta por una sociedad “con menos efectivo”, no por una en la que éste se elimine por completo. “Hay que mantener una moneda física, siempre. Quizás, dentro de 50 ó 100 años los gobiernos deberían plantearse tener en circulación solo monedas, incluyendo alguna de 10 ó 20 euros”, prosigue este experto.

Economía sumergida, corrupción, terrorismo

Apunta Rogoff en su libro que el efectivo “tiene en estos momentos algunas cualidades especiales que no presenta ningún otro medio de transacción”, como son la privacidad “casi total” que ofrece, la resolución inmediata de las transacciones y su “fortaleza” frente a “apagones eléctricos”. Pero, “si uno mira con más detenimiento”, verá que tanta virtud “abre la puerta a otros tantos vicios”.

Las ganancias en actividades ilegales, por ejemplo, “suelen adoptar la forma de efectivo”, y es “habitual” que empresas aparentemente legales –como restaurantes o lavanderías– utilicen de forma intensiva efectivo de origen incierto para “falsear cuentas y que parezca que fue ganado legalmente”.

Según el autor, otro de los “grandes delitos internacionales” en el que el efectivo desempeña un “papel sospechoso” es el terrorismo. El Estado Islámico, sin ir más lejos, es uno de sus “grandes usuarios mundiales”, entre otras cuestiones porque “ha ido saqueando las cajas fuertes de los territorios que ha ido ocupando”.

Pero los tentáculos del efectivo alcanzan también al problema de la inmigración ilegal, que atormenta a países como Estados Unidos. Para Rogoff, resulta “increíble” que los políticos “hablen en serio sobre construir grandes muros fronterizos”, pero “ninguno parezca darse cuenta de que una solución mucho más humana y efectiva sería dificultar a los empresarios utilizar efectivo para pagar en negro a trabajadores sin papeles y, con frecuencia, por debajo del salario mínimo”.

En definitiva: según el economista estadounidense, los billetes de alta denominación (que constituyen el 80-90 por ciento de la oferta de moneda dura real) “circulan en gran medida en la economía sumergida, facilitando la evasión fiscal, el delito y la corrupción, y, todo ello, a gran escala”.

La mayor parte de los billetes 'grandes' circula en la economía sumergida 

Por eso, Rogoff está convencido de que su desaparición “acabaría de golpe con la falsificación del dinero, limitaría el fraude fiscal y facilitaría el seguimiento de los movimientos financieros ilícitos e irregulares”. Y, en consecuencia, “los gobiernos podrían recaudar más impuestos y luchar contra el crimen organizado”. “La gente sin recursos no necesita billetes de 500 euros”, puntualiza. “Creo, más bien, que su desaparición solo afectaría a un diez por ciento de la población, a los de ‘más arriba’”, concluye.

Ahora bien, aunque los beneficios parecen claros, hay quien alerta de las dificultades que supondría abolir el dinero en efectivo. Porque, en las economías emergentes, por ejemplo, el pago electrónico es, todavía, poco frecuente.

Bares sin suelto, iglesias sin cepillo

Pero el debate sobre la eliminación del dinero en efectivo no se plantea solo en el ámbito teórico. El Gobierno de Israel, por ejemplo, ha anunciado ya un plan con el que impondrá severas limitaciones legales para las transacciones comerciales que se realicen al contado, para luchar así contra la evasión fiscal. En Suecia –donde, al parecer, hasta el cepillo de la Iglesia ha pasado a hacerse mediante SMS– han sido los bancos y establecimientos comerciales quienes han tomado la iniciativa. En el país escandinavo, muchos bares y tiendas no aceptan ya el cash y son pocas las sucursales que procesan efectivo. Casualmente, el número de atracos a bancos ha caído espectacularmente en el país. 

A nivel comunitario, es el Banco Central Europeo quien moverá ficha primero, y es que a finales de 2018 dejará de imprimir nuestro “megabillete” de 500 euros. Si tiene alguno en la cartera, ¡que no cunda el pánico!: dejará de fabricar los billetes morados, pero los existentes mantendrán su valor “siempre”.

Pocos habrán reparado en ello pero, además de “facilitar actividades delictivas”, el papel moneda usado “puede convertirse en un vehículo de propagación de enfermedades”. Ya lo sabe: si su gobierno elimina los billetes, le esperará un mundo menos corrupto y… ¡con menos bacterias!