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El estudio ha contado con el apoyo del Observatorio Social de Fundación “la Caixa”

La pandemia de la COVID-19 ha empeorado la salud física y mental de la población adulta española

El estudio ‘Impacto de la COVID-19 en la salud física y mental de la población adulta española’ sostiene que quien ha tenido síntomas relacionados con la COVID-19 o ha dado positivo presenta muchos más problemas de salud mental y más síntomas de estrés postraumático. Por el contrario, el documento revela que los grupos menos susceptibles de sufrir un problema de este tipo han sido los hombres, la población mayor de 40 años, quienes están casados o tienen pareja de hecho y las personas que trabajan, realizan las tareas del hogar o están jubiladas.

El estudio se ha realizado en una población representativa de 1.357 adultos españoles.
El estudio se ha realizado en una población representativa de 1.357 adultos españoles.

Elaborado por investigadores de la Universidad Internacional de Catalunya, la Universidad de Barcelona, el Instituto Karolinska de Estocolmo y la Universidad Autónoma de Barcelona, el informe ‘Impacto de la COVID-19 en la salud física y mental de la población adulta española’ concluye que el 20,9% de los encuestados asegura haber estado ‘peor’ a nivel físico y mental durante la pandemia, mientras que el 2,1% cree que estuvo ‘mucho peor’.  

Además, el estudio, que ha contado con el apoyo del Observatorio Social de Fundación “la Caixa”, apunta que el 8,4% de los encuestados presenta una peor salud física y el 5,5%, una peor salud mental. Sin embargo, y aunque la ideación y la conducta suicidas se han reducido a la mitad, el aumento de casos de depresión, ansiedad y pensamientos de muerte ha sido considerable.

El impacto de la COVID-19 en la salud general

La encuesta cuyos resultados recoge este trabajo se realizó en una población representativa de 1.357 adultos españoles a través de internet: antes de la pandemia (diciembre 2019), en primer lugar, y durante la pandemia, justo un año después (diciembre 2020).

El 20,9% de los encuestados informó de que su salud general está algo peor y el 2,1%, mucho peor, en contraposición al 4,4% que aseguró que actualmente está algo mejor y el 2,2%, mucho mejor que antes de la pandemia.

Según el informe, la población que ha tenido una evolución más negativa de la salud general es la que ha tenido síntomas compatibles con la COVID-19, pero que no se ha sometido a ninguna prueba para confirmar el diagnóstico (52,2%), seguidos de los que sí que se han sometido a la prueba y han sido diagnosticados de COVID-19 (24,9%).

Respecto a la salud física, la encuesta también indica que el 3,7% ha empezado a fumar desde que se inició la pandemia. Además, en relación al índice de masa corporal (IMC), una gran mayoría (79,6%) de la muestra no ha experimentado cambios sustantivos, aunque alrededor del 9,9% ha mejorado cualitativamente dicho índice y el 10,5% ha empeorado.

La población de diagnosticados de COVD-19 tuvo una media de 4,5 síntomas. Los más frecuentes fueron: dolor de cabeza (55,1%), dolores musculares (46,9%), tos (44,9%), fiebre (44,9%), pérdida del olfato y del gusto (42,9%) y fatiga severa (40,8%). De estas personas, el 12,2% fue hospitalizado, de las cuales el 10,2% lo fue sin apoyo y el 2,04%, con apoyo para la respiración.

Considerando la muestra en su conjunto, el documento señala que la población presenta más dificultades para realizar las actividades de la vida diaria debido a las condiciones de salud. Estas dificultades se concretan en que realizan mayores esfuerzos, presentan más molestias o dolor, perciben mayor lentitud o torpeza en sus movimientos o cambian el modo de realizar una determinada actividad debido a estos problemas de salud.

Aumento de la depresión, la ansiedad y los pensamientos de muerte

No todas las dimensiones de la salud mental se han comportado del mismo modo desde el inicio del estado de alarma. De acuerdo con el total de la muestra, la depresión ha aumentado del 5,7% al 8,8%; la ansiedad, del 11,6% al 17,8%; y los pensamientos de muerte, del 22,9% al 28,5%. En cambio, la ideación y la conducta suicida se han reducido casi a la mitad. La ideación suicida ha disminuido del 11,3% al 6,7%; los planes de suicidio, del 1,4% al 0,7%; y los intentos de suicidio, del 0,7% al 0,4%.

El 5,1% de las personas que no presentaban ningún problema de salud mental en diciembre de 2019 ha tenido un primer episodio de depresión; el 9,9%, un primer episodio de ansiedad; y el 19,8%, pensamientos frecuentes en la muerte (la propia, la de los demás o la muerte en general) que antes de la pandemia no tenían. Respecto a la ideación y la conducta suicida, el 2,0% tuvo un episodio de ideación suicida y el 0,2%, de planes de suicidio.

Entre las personas que han dado positivo o han tenido síntomas relacionados con el contagio y aquellas que no han tenido síntomas relacionados o han dado negativo, los primeros tuvieron un mayor número de nuevos episodios de depresión (16,4% frente a 3,5%), ansiedad (13,3% frente a 9,2%), pensamientos de muerte (27,5% frente a 18,8%) e ideación suicida (5,4% frente a 1,5%) y una media de síntomas de estrés postraumático mucho más elevada (20,5% frente a 12,5%).

Por último, los datos muestran que los subgrupos poblacionales menos susceptibles de tener un problema de salud mental desde el confinamiento han sido los hombres, los mayores de 40 años, las personas casadas o con pareja de hecho y las personas que trabajan, se ocupan de las tareas del hogar o están jubiladas.

Violencia por parte de la pareja

Por lo que respecta a la violencia por parte de la pareja, de las 1.017 personas que tienen o han tenido pareja desde el estado de alarma (el 75% de la muestra), el 8,6% ha sentido miedo de ella y el 3,6% ha sufrido alguna forma de agresión por su parte. Las conductas violentas más comunes desde el estado de alarma han sido culpabilizar a la víctima de la conducta violenta del agresor (2,3%) y recibir algún tipo de insulto (1,6%).

Impacto social y laboral

En cuanto a las relaciones sociales durante la pandemia, el 62,7% de la muestra ha estado bastante o muy preocupado por la posibilidad de haberse infectado y al 87,8% le ha preocupado mucho o bastante haber podido infectar a otras personas; al 54,1% le ha preocupado no poder ayudar a sus seres queridos; al 50% le ha provocado problemas estar aislado socialmente; el 25,5% ha aumentado bastante o mucho las discusiones con sus seres queridos y el 21,5% ha estado bastante o muy preocupado por los problemas económicos asociados.

Por lo que respecta a los aspectos laborales, desde que empezó el confinamiento, el 3,1% ha pasado de trabajar a estar en el paro, el 2,6% ha perdido su empleo de forma permanente y el 1,2% de los trabajadores se ha visto afectados por un expediente de regulación temporal de empleo (ERTE). Entre estos, al 56% la empresa no le pagó el 30% que les correspondía y el 41,1% ya lleva más de 6 meses en esta situación.

De las personas que recibían algún tipo de ingreso, el 18,4% del total de la muestra ha tenido ingresos más bajos desde que empezó el estado de alarma, el 16,9% teme que se reduzcan sus horas de trabajo y el 47,4% no ha podido coger siempre que lo ha necesitado una baja laboral por enfermedad. Por último, el 10,2% de los trabajadores ha tenido que ir a trabajar a pesar de tener síntomas compatibles con la COVID-19.

El coste económico de la pandemia

El coste económico sanitario medio para el individuo o para el sistema sanitario ha sido, según el estudio, de 106,10 euros al mes desde el inicio de la pandemia. Los costes medios por persona con un mayor impacto dentro de la composición del coste global han sido los ingresos hospitalarios, con 207,90 euros, y las bajas laborales, con 468,40 euros. En términos agregados de la población adulta española, se estima un coste económico de 37.239.846.377 euros. 

Las otras partidas incluidas en la evaluación llevada a cabo mediante encuesta son las visitas al médico de atención primaria, con 59,20 euros de coste medio; las visitas a enfermería, 14,90 euros; las visitas a médicos especialistas, 129,90 euros; y los ingresos en la UCI, 48,50 euros.

Finalmente, el informe revela que el gasto personal privado en productos sanitarios como mascarillas o gel hidroalcohólico ha sido de 26 euros.