Corría el año 2014 y Alberto Cabanes, que entonces tenía 25 años, acudió, como solía hacer con frecuencia, a la residencia en la que vivía entonces su abuelo Clemente. Ese día, Bernardo, también residente de ese centro, viudo y sin hijos, le dijo que “le hubiera gustado tener un nieto”, a lo que el joven respondió sin dudar: “Yo te adopto como abuelo”. Así rememora Cabanes, el momento que le inspiró la idea de crear el programa de voluntariado para el acompañamiento de mayores Adopta Un Abuelo. “Se me ‘encendió la bombilla’, y mira donde estamos ahora”, dice el que hoy, con 32 años, es CEO de una empresa que realiza esa labor social en toda España y dio sus primeros pasos como ONG.
Cabanes reconoce que siempre ha tenido “una especial sensibilidad hacia las personas mayores”, porque creció con sus abuelos, Clemente y Pilar, que han sido “unos segundos padres para él”. Eso, sumado a su experiencia como voluntario mientras estudiaba en Madrid “en un comedor social para inmigrantes y personas sin techo”, y su espíritu emprendedor, hizo que tras licenciarse en Administración y Dirección de Empresas y trabajar tres años en la consultora KPMG en Madrid como auditor financiero, donde llegó a ocupar un puesto “como senior y jefe de equipo, todo un lujo en una época en la que el paro juvenil era del 50 por ciento”, decidiera dar un giro radical a su vida laboral: dejar ese trabajo para crear la organización que ahora lidera. También contribuyó a ese cambio en su trayectoria profesional la realización de un curso de emprendimiento, “que hacía como hobby los viernes por la tarde y los sábados”, donde “se me abrió todo un mundo”, asegura Alberto.
Sin embargo, este emprendedor reconoce las dificultades que conlleva dar un paso así. “Los primeros 14 meses fueron horrorosos. Con apenas 7.000 euros que tenía ahorrados, y un préstamo que pedí al banco” se puso en marcha Adopta un abuelo, que nació como una ONG. “Tuve que vender mi coche, el Ipad y hasta la televisión”, asegura. Por ello se vio en la necesidad de buscar una manera de hacer el proyecto sostenible económicamente, y así fue como se creó posteriormente “una sociedad limitada”. De ese modo ha podido beneficiarse de las ayudas estatales para emprendedores y recibir el apoyo de inversores sociales para convertirse en lo que hoy es: un movimiento social a través del que 1.450 voluntarios brindan compañía a tres millares de personas mayores en 54 ciudades españolas en colaboración con los ayuntamientos de Ciudad Real, Madrid, Murcia, Paracuellos, la Junta Andalucía y la Comunidad de Madrid.
Una asociación y una empresa social que se complementan
Esto ha sido posible gracias a un formato “híbrido” en el que conviven “una asociación”, formada por “psicólogos y trabajadores sociales que se encargan de la atención a mayores y de los convenios con ayuntamientos y residencias”, y una “sociedad limitada, Intergenerational Technologies, que reúne la parte de márketing, comunicación y tecnología”, prosigue el fundador de Adopta Un Abuelo. De este modo, la segunda complementa a la primera, y eso "nos permite atender a muchos más mayores”, afirma este emprendedor social”, cuyo proyecto da empleo a un equipo, muy joven y profesionalizado, formado por 20 personas en plantilla, que el año que viene espera incrementar hasta 31, “para tener más impacto”.
Se trata de un modelo de voluntariado diferente en el que los jóvenes pagan una cuota mensual de nueve euros al mes, cinco si están estudiando, y es gratuita para los desempleados. Así, ni las personas mayores ni las residencias abonan nada por el servicio de acompañamiento. El motivo de que los voluntarios aporten esa pequeña cantidad por su labor es que “el compromiso es un 80 por ciento mayor”, indica Cabanes, y además les da acceso a un seguro, la formación, contenidos online y eventos que desarrolla Adopta Un Abuelo. Las empresas partners del proyecto, 30, actualmente, también apoyan económicamente la iniciativa, a través de “paquetes de voluntariado para sus empleados” que incluyen “formación, diploma y asistencia de trabajadores sociales en tiempo real”, añade.
"Urge crear la figura jurídica de empresa social ya que actualmente no existe"
Gracias a esta combinación de asociación y empresa, esta entidad se ha adaptado a la situación de pandemia “en tiempo record porque ya teníamos un equipo tecnológico”, lo que ha permitido que sus voluntarios realizaran los acompañamientos a personas mayores de forma telefónica “a través de una plataforma en la nube”, y “multiplicar el crecimiento por cinco, cumpliendo la Ley de Protección de Datos”, según explica su fundador. En breve, Adopta Un Abuelo también ofrecerá la compañía de sus voluntarios a través de videoconferencia.
En opinión de Cabanes, para casos como el suyo que “no encajan en ningún lado, porque no existimos solo para generar rentabilidad o solo para ser sociales” urge “crear una figura jurídica de empresa social que actualmente no existe”. Este emprendedor también considera que para que el sector social cuente con los mejores profesionales “los sueldos deberían ser los mismos que en el mercado. No puede ser que cobremos menos que un director de márketing de una actividad nociva para la salud, por ejemplo. Nuestro sector es necesario y fundamental, cambiemos el chip”.
Voluntariado abierto a todos
Cuando Adopta Un Abuelo inició su andadura, el límite de edad de los voluntarios era de 30 años con el fin de que los acompañamientos fueran “lo más intergeneracionales posible”, señala su creador. Sin embargo, el perfil actual es mucho más amplio, y se sitúa en torno a 28 años, para los que no trabajan, y de los 40 años, en el caso de los que pertenecen a una empresa, pero está “abierto a cualquier particular que quiera ser voluntario”, añade.
Todos ellos reciben una formación, tal como marca la ley, que antes era presencial en las residencias y ahora, en formato online, debido a la pandemia de Covid-19. “Se trata de contenidos básicos y sencillos y luego empieza el acompañamiento, con un seguimiento por los trabajadores sociales, que están muy pendientes de que el vínculo se genere en las primeras semanas”, explica el emprendedor. Después, la supervisión de esa labor sigue siendo continua, porque “necesitamos tener un feedback permanente, ya que hay personas mayores muy delicadas emocionalmente. Cuando algún voluntario no puede realizar su llamada, porque por ejemplo ha tenido una semana de trabajo horrorosa, la hace el equipo de trabajo social para que la persona mayor no se quede sin compañía”, concluye.