Binta fue sometida a una mutilación genital femenina (MGF) cuando tenía 10 años. "Las chicas de mi edad están casadas y disfrutan de la felicidad de ser madre. Nunca sabré qué es ser amada o estar embarazada. He vivido 17 años de pesadilla y no estoy segura de despertarme un día", dice esta joven de Malí que hoy tiene 27 años.
Ella pone voz a los 200 millones de mujeres que han sido sometidas a la ablación de sus órganos sexuales en el mundo, según datos de la OMS, una práctica que tiene como consecuencia hemorragias graves, infertilidad, complicaciones en el parto y mayor riesgo de muerte de los recién nacidos entre otros muchos problemas para la salud. A pesar de ello, la mutilación genital femenina no deja de aumentar: cada año tres millones de niñas son sometidas a la MGF, es decir una cada 10 segundos.
Esta práctica, se centra sobre todo en países africanos, donde está asociada a ritos y costumbres muy arraigadas, como en el caso de Malí : de los 44 millones de niñas menores de 14 años víctima de MGF, el 73 por ciento son malienses. Pero la MGF también se realiza en numerosos países de todo el mundo desde Asia a la India, los países árabes y las comunidades indígenas de Sudamérica e incluso en los de Europa Occidental, Norte América, Australia y Nueva Zelanda debido a los movimientos migratorios.
Violación de los derechos humanos
Acabar con esa práctica, reconocida como violación de los derechos humanos, es una de las metas del Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) de Naciones Unidas número 5, consagrado a la Igualdad de género. Con ese fin trabajan las ONG World Vision y Cruz Roja Española en Malí.
World Vision centra su trabajo en las comadronas, para quienes la MGF constituye una forma de ganarse la vida. Por eso esta la ONG desarrolla una campaña de sensibilización que también brinda a las practicantes actuales mejores oportunidades para ganarse la vida dignamente mediante formación y microcréditos para que puedan dedicarse a otra actividad.
Djeneba Diawara es una de las 28 comadronas malienses que han abandonado la práctica de la ablación gracias a esta iniciativa. “He visto las consecuencias devastadoras en la vida de las mujeres, especialmente cuando quieren dar a luz", reconoce Diawara. Desde entonces dedica su vida a apoyar la labor de disuadir a otras personas de continuar con el rito. Lo mismo hace ahora Naimodu: si alguien le pide en su aldea que realice una MGF amenaza a la familia con acudir a las autoridades. Atrás quedan 30 años en los que esta comadrona sometió a la la ablación de sus órganos sxuales a 40.000 niñas.