Muhammed Al-Huthifi tiene todas las fechas bien grabadas en su cabeza: el día que salió de Saná, el que consiguió entrar en Egipto para iniciar su incierto peregrinaje por el Norte de África y, por supuesto, el día en que puso el pie en Madrid, donde ingresó en 'La Almudena', el centro de refugiados de Cesal. Es en este lugar donde este yemení de 28 años ha podido por fin sentirse “como en una familia” y donde ha encontrado la paz necesaria para echar la vista atrás y empezar a asimilar las duras vivencias de los últimos cinco años.
¿Qué ocurrió cuando los hutíes tomaron la ciudad?
Nos vigilaban porque mis hermanos y yo habíamos colaborado con la embajada americana. Un día se llevaron a mi padre y lo interrogaron. Le preguntaron directamente si los apoyábamos y, si era así, tenía que darles a uno de sus hijos para que se enrolara con ellos. Cada vez que mis hermanos o yo salíamos a la calle, la familia se preocupaba mucho.
"El viaje fue muy peligroso: nos perdimos en el Sáhara y en Argelia la policía me retuvo durante un mes"
¿Cómo te las arreglaste para salir del país?
Pedí que me hicieran un informe médico que dijera que tenía una enfermedad grave y que tenía que ir a Egipto para recibir tratamiento. Solicité plaza en una universidad americana. Superé el examen de ingreso pero no podía entrar en EEUU porque Donald Trump había aprobado una orden ejecutiva que prohibía la entrada a todos los extranjeros que llegaran de países de mayoría musulmana.
Entonces, te planteaste viajar a Europa...
Nunca había pensado en ir a Europa pero tenía que encontrar la manera de ganar dinero y ayudar a mi familia. Hablé con un amigo que acababa de llegar España. Me dio los contactos y los detalles para poder hacer el viaje. Hay que ponerse en manos de las mafias que te organizan el viaje.
¿Cómo fue el viaje?
¡Muy peligroso! Tuvimos que atravesar Libia, Argelia y Marruecos. En el Sáhara nos perdimos porque el GPS no funcionaba bien. En Argelia, la policía me retuvo durante un mes hasta que comprobó que no tenía antecedentes penales. Al fin, logré entrar en España y, al ver que era de Yemen, me ayudaron a acceder al sistema de protección internacional y me derivaron a este centro en Madrid
¿Cuál fue tu primera vivencia importante en Madrid?
Llegué solo en tren desde Murcia. En el tren conocí a una persona muy buena, un joven universitario español que se llamaba Samuel, que me acompañó en el metro hasta llegar a la estación que estaba junto al centro de acogida, porque me vio muy despistado. En realidad él iba a otra parte, pero me dijo que se tenía que bajar en la misma estación que yo para que no me sintiera mal. Es un joven español universitario. Fue la primera persona que yo encontré en Madrid y siempre se me ha quedado grabada en la memoria. Mantengo todavía contacto con él.
¿Qué es lo que has encontrado en el centro de acogida de CESAL?
Cesal es como mi familia y lo compartimos todo. Y es muy bonito compartir la mesa con gente de culturas, países, idiomas y perspectivas diferentes. Aquí hay gente de Ucrania, Venezuela, Siria, Colombia, Honduras... Aún así no te sientes como alguien diferente. Todos somos personas. Cuando llegué aquí y vi que la gente me trataba bien empecé a estar más tranquilo y a pensar en todo lo que me había ocurrido, porque antes no tenía tiempo ni para pensar en ello. Cuando vives con personas diferentes, tú aprendes de ellas y ellas aprenden de ti.
"La guerra ocurre porque no somos capaces de aceptar a la gente que es diferente"
¿Hay algo importante que hayas aprendido de estas personas?
Al principio compartía habitación con Guillermo, un refugiado colombiano de 67 años. Un día se echó a llorar por todo lo que le había pasado en Colombia. Cuando lo vi llorando me di cuenta de que hay gente que puede sufrir más que yo. No podía imaginar que con esta edad podía llorar así. Me dio mucha pena.
¿Echas mucho de menos tu país, tu familia, tu gente...?
Sí, pero no puedo volver. Cuando veo todo lo que está sufriendo la gente allí, a los niños que pasan hambre, me siento egoísta por haberme ido. Me duele. Al mismo tiempo pienso que si me hubiera quedado no hubiese podido ayudar a nadie. Al menos estando aquí puedo ayudar a mi familia.
En Yemen dejé a mi prometida, Tagreed. Ella me reprocha que me haya marchado. No entiende bien por qué lo hice. Me pide que encuentre el modo de volver a estar juntos. Yo querría volver pero la situación es muy difícil en Yemen. Así que mi primer objetivo es encontrar trabajo.
¿Cómo puede llegar la paz a Yemen?
Hay que aprender a convivir y a construir la paz. La guerra ocurre porque no somos capaces de aceptar a la gente que es diferente. Yo desde aquí intento llamar la atención concienciar sobre ello y cuento todo lo que está pasando en Yemen.