Los astilleros de Gdańsk, también conocidos como Astilleros Lenin, donde trabajaban miles de polacos, iniciaron en la década de los 70 del siglo pasado una serie de huelgas en protesta por la subida de precios de productos de primera necesidad. Las manifestaciones fueron reprimidas por las fuerzas del gobierno con gran violencia, pero culminaron con la creación del sindicato Solidaridad, el 31 de agosto de 1980 (proclamado Día Mundial de la Solidaridad por este motivo). Según el Centro Europeo de Solidaridad, “más de 750 lugares de trabajo y más de 700.000 personas de toda Polonia se unieron a la huelga laboral solidaria en el astillero de Gdańsk”.
El electricista en paro más popular de Gdańsk, Lech Walesa, se convirtió en líder de todo un país e inspirador del movimiento sindical con mayor repercusión en la historia de la ciudadanía europea. Nació en un momento complicado que condicionaría su vida para siempre, en 1943, pues su padre murió torturado en un campo de trabajo alemán. Sin embargo, este sencillo y carismático proletario supo extender la solidaridad a todo un país que llevaba más de 30 años bajo el control del comunismo soviético y abrir la puerta del Telón de Acero.
El movimiento Solidaridad de los años 80 sumó a sus filas a más de 10 millones de trabajadores de un país con 36 millones de habitantes, que se afiliaron a una causa que reclamaba la libertad de expresión, el derecho a la huelga y la asociación de trabajadores. Comenzaba una larga lucha contra un gobierno que se resistía a ceder terreno y en diciembre de 1981 declaraba la ley Marcial, tras lo cual encarceló a más de 10.000 personas, prohibió el sindicato Solidaridad y envió a prisión a su líder, Lech Walesa.
En 1983, mientras estaba encarcelado, Walesa recibió el Premio Nobel de la Paz por su defensa del sindicalismo independiente. Así lo explicaba el Comité Nobel: "La campaña de Walesa por los derechos de los trabajadores fue desde el principio una contribución a la campaña general por los derechos humanos en el mundo". Además, destacaron que el líder de Solidaridad era fiel al ideal de medidas no violentas en la resolución de problemas. "Me gustaría mucho ir a Oslo a recibir el premio –dijo Walesa–, pero creo que no sería oportuno cuando hay tantos compañeros con los cuales luchaba que se encuentran detrás de las rejas".
En su lugar, acudió su esposa Danuta, quien leyó un discurso de agradecimiento en el que el presidente de Solidaridad declaraba: “La conclusión que he sacado de esta experiencia es que no podemos oponernos eficazmente a la violencia sino cuando nosotros mismos no hacemos uso de ella".
El sindicato continuó operando en la clandestinidad y ya en 1988 el gobierno polaco se vio forzado a negociar con ellos para acallar las protestas que se producían en un tenso ambiente de huelga nacional. En 1989, el régimen autorizó la elección de un parlamento democrático fijando como fecha de las elecciones el día 4 de junio. La victoria de la oposición liderada por Walesa fue abrumadora y Wojciech Jaruzelski, secretario general del Partido y a la vez jefe de las fuerzas armadas polacas, reconoció la derrota de los comunistas y ordenó iniciar la retirada.
El líder obrero Lech Walesa finalmente se convirtió en el primer presidente surgido de unas elecciones libres en la Polonia de posguerra. Se iniciaba así una nueva época que contribuía, años después, a la caída del muro de Berlín y el fin del comunismo soviético. "Creía en una sola cosa, por la que luché, sin que me interesara casi nada más: ¡Sin Solidaridad no habrá libertad! Quería que el movimiento volviera a cobrar dinamismo y que luchara hasta que cayera el sistema comunista. Claro que tuve que hacer concesiones. Sin ellas, nada de eso hubiese sido posible", declaraba años después Walesa.
Un cura, un Papa y el concepto de solidaridad
Aunque los comienzos de Solidaridad y la inspiración de la protesta polaca están íntimamente ligados al mundo laboral del proletariado, su evolución lo transformó en un movimiento social y político en el que también jugó un papel decisivo la religión católica, con el Papa Juan Pablo II a la cabeza.
El ciudadano polaco Karl Josef Wojtyla, escogido en 1978 como el Papa Juan Pablo II, fue uno de los grandes apoyos de Walesa y de millones de polacos que profesaban la religión católica. Los carteles con la imagen de ambos líderes a menudo compartían espacio en las calles de Polonia, ya fuera por una protesta laboral, una celebración religiosa o una manifestación reivindicativa.
Y en el origen de esta historia también participó otro sacerdote y profesor de filosofía polaco, Józef Tischner, quien figura como uno de los inspiradores del sindicato Solidaridad. En su obra, ‘La ética de la solidaridad’, Tischner escribe: “El fundamento de la solidaridad es la conciencia y lo que estimula su nacimiento es el grito del hombre maltratado por otro hombre. La solidaridad establece vínculos singulares entre los hombres: el hombre se une a otro hombre para auxiliar a quien necesita ayuda. Yo estoy contigo, tú estás conmigo, estamos juntos por él. ¿Qué está antes? ¿El ‘nosotros’ o el ‘por él’? Una comunidad de solidaridad se diferencia de las otras por el hecho de que en ella está antes el ‘por él’ y después el ‘nosotros’”.
El concepto de solidaridad ha ocupado numerosas páginas y largos días de reflexión en la vida de profesionales de toda índole, filósofos, sociólogos, religiosos, políticos, empresarios, etc., que se han dedicado a definir o justificar una idea con múltiples interpretaciones.
Según la Real Academia Española, la palabra solidaridad tiene un breve significado: “Adhesión circunstancial a la causa o a la empresa de otros”.
Y para el sociólogo francés Émile Durkheim, la solidaridad social se encuentra en la conciencia colectiva de las sociedades. A su juicio, los diferentes grupos sociales que conforman una comunidad necesitan de la solidaridad para el desarrollo de un sinnúmero de actividades para las cuales deben colaborar y apoyarse mutuamente.
Para el filósofo Fernando Savater, autor de libros como ‘Ética y Política para Amador’, "la solidaridad convierte a una muchedumbre en sociedad". Y para otra reconocida filósofa, Adela Cortina, catedrática de Ética de la Universidad de Valencia, "no hay ciudadanía sin autonomía, igualdad y solidaridad".
Finalmente, y de nuevo desde la doctrina católica, Juan Pablo II se expresa también en este sentido: "La solidaridad es la determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común, es decir, por el bien de todos y cada uno, para que todos seamos verdaderamente responsables de todos".
Para la UNESCO, el día Internacional de la Solidaridad es el 31 de agosto, se trata de un día para promover un principio tan básico como la ayuda entre las personas y ser solidarios entre nosotros, y se celebra este día porque es cuando se fundó el sindicato polaco Solidarność.
Gdańsk y la solidaridad
Tras unos años, y en reconocimiento a la solidaridad de toda una población, se creó el Centro Europeo de Solidaridad, localizado en la propia ciudad de Gdansk, un museo que narra la historia reciente de la ciudad polaca y el nacimiento del Sindicato Independiente Solidarność. Se encuentra en el antiguo recinto de los famosos astilleros de Gdańsk y aunque el acta fundacional se firmó en 2005, el centro no se inauguró hasta el 30 de agosto de 2014.
Está dedicado a preservar la lucha sindical y el mensaje de Solidaridad, es un museo que conmemora la revolución de Solidarność, pero también es un centro educativo, de investigación y estudio, un archivo, una biblioteca y una mediateca. El centro, además, está comprometido con la protección, investigación y difusión del patrimonio material y cultural del astillero.
Cada año, el Centro Europeo de Solidaridad de manera conjunta con la ciudad de Gdańsk, celebra en torno al 31 de agosto unas jornadas de reflexión sobre la actualidad y el atractivo del concepto de solidaridad.
En 2005, en la firma del acta fundacional del Centro Europeo de Solidaridad, el entonces presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durão Barroso, declaraba: “Sin el movimiento Solidaridad no tendríamos la Unión Europea que tenemos hoy. Y sabemos que no hay Europa sin libertad y solidaridad. Agradecemos a Solidaridad todo lo que han hecho por la libertad en Europa”.
En 2019, en una evolución constante hacia valores de ciudadanía y solidaridad, la ciudad de Gdańsk recibió el Premio Princesa de Asturias de la Concordia. Así reza el acta: "La historia y el presente de la ciudad de Gdansk son un ejemplo de sensibilidad ante el sufrimiento, de solidaridad, de defensa de las libertades y los derechos humanos y de extraordinaria generosidad".
Sólo queda decir que la reciente historia de esta ciudad costera se inició con una guerra, pues fue precisamente en una pequeña isla en la zona de Gdańsk donde comenzó uno de los peores conflictos, la II Guerra Mundial. Entonces la ciudad era alemana, aunque Polonia ejercía un protectorado sobre ella, establecido en el Tratado de Versalles. Quizás por todo esto, por borrar la herida de una historia, los ciudadanos de esta ciudad se alzaron en protesta, para escribir un nuevo relato marcado por la libertad y la solidaridad.