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La dieta 'flexitariana' se basa en abundantes frutas y verduras y moderar el consumo de alimentos de origen animal

¿Esta dieta erradicaría el hambre en el mundo?

La dieta 'flexitariana' es el régimen alimenticio recomendado por muchos doctores: abundantes frutas y verduras, ocasionalmente productos de origen animal y solamente una vez por semana carne roja. Un cambio global hacia esa dieta, junto a la reducción del desperdicio de alimentos y el uso de prácticas agrícolas y tecnologías agrarias más eficientes, lograría erradicar el hambre en el mundo en 2050.

La dieta 'flexitariana' es el régimen alimenticio recomendado por muchos doctores.
La dieta 'flexitariana' es el régimen alimenticio recomendado por muchos doctores.

Así lo aseguran 23 investigadores de siete países en un estudio publicado en la revista ‘Nature’ del que se ha hecho eco Servimedia. Es el primer trabajo que cuantifica cómo la producción agraria y los hábitos de consumo afectan a los límites que garantizan la sostenibilidad del planeta, alejándolo de escenarios en los que la supervivencia de la humanidad puede verse en peligro.

Luis Lassaletta, investigador del Centro de Estudios e Investigación para la Gestión de Riesgos Agrarios y Medioambientales (Ceigram) de la Universidad Politécnica de Madrid y uno de los autores del trabajo, indica que la dieta 'flexitariana' “permitirá reducir el riesgo de cruzar los límites medioambientales en relación al cambio climático, la expansión desmesurada de las tierras de cultivo, la utilización de los recursos acuáticos y la contaminación de los ecosistemas causada por el empleo excesivo de fertilizantes”.

Marco Springmann: "Cuando las soluciones se implementan de forma conjunta se hace posible alimentar a una población creciente de manera sostenible”

“No hay ninguna solución que de forma única pueda evitar por sí misma que se traspasen los límites de la sostenibilidad. No obstante, nuestra investigación indica que cuando las soluciones se implementan de forma conjunta se hace posible alimentar a una población creciente de manera sostenible”, explica Marco Springmann, del Programa Oxford Martin sobre el Futuro de la Alimentación y el Departamento de Nuffield sobre la Salud de la Población en la Universidad de Oxford (Reino Unido), institución que lidera el trabajo.

Springmann apunta que, “sin acciones concertadas, el impacto del sistema alimentario sobre el medio ambiente se puede incrementar entre un 50% y un 90% como resultado de un aumento de la población y de las dietas ricas en grasas, azúcares y carne”. “En ese caso, los límites planetarios a la producción de comida se verán superados, en algunos casos, en más del doble de su capacidad”, añade.

Método de estudio

El estudio combina detallados cálculos medioambientales con un modelo de alimentación global que monitoriza los datos de producción y consumo de comida en todo del mundo. Con este modelo, los investigadores analizaron varias opciones que podrían mantener la producción de alimentos dentro de los límites de la sostenibilidad.

El trabajo indica que el cambio climático no puede mitigarse lo suficiente sin llevar a cabo cambios en la dieta y tender hacia una alimentación más diversa. Así, la dieta ‘flexitariana’ se considera saludable según varias publicaciones científicas y puede incluir como máximo una ración de carne roja semanal, media ración diaria de carne blanca, una de productos lácteos y un mayor consumo de legumbres, frutos secos y otros vegetales.

“Adoptar medidas de forma integral en todo el sistema agro-alimentarios reduciría significativamente las emisiones de gases de efecto invernadero y limitaría otros impactos medioambientales, como los derivados del uso excesivo de fertilizantes, la expansión de tierras y el gasto de agua”, explica Lassaletta.

Además de los cambios dietéticos, los investigadores inciden en que es necesario llevar a cabo varias mejoras en el sector productivo que permitan mejorar el uso de los nutrientes y del agua y que han de ser adaptadas a la realidad de cada región.

“De este modo, se limitará la presión sobre las tierras de cultivo, la extracción de agua y el uso de fertilizantes”, agrega Lassaletta, quien apunta: “Cada región tiene, a su vez, unos límites específicos que no han de ser traspasados para evitar una contaminación severa de las aguas. Este trabajo ha tenido también en cuenta esta especificidad”.

Los científicos subrayan que esa dieta reduciría a la mitad los desperdicios de alimentos y mantendría el sistema alimentario dentro de los límites de sostenibilidad del planeta.

“Muchas de las soluciones que hemos analizado ya se han implementado en algunos lugares, pero para que tengan éxito y sus efectos se noten globalmente es necesario que llevar a cabo una acción conjunta en todo el planeta”, recalca Springmann.

Incentivo a agricultores

Line Gordon, director ejecutivo del Centro de Resiliencia de Estocolmo (Sucia), comenta que “mejorar las tecnologías y las fórmulas de gestión de las explotaciones agrícolas y ganaderas requerirá un incremento de la inversión tanto en investigación como en infraestructuras públicas”, así como “un mayor incentivo a los agricultores y una regulación más adecuada que permita la toma de medidas en materia de gasto de agua, y reducción del uso de fertilizantes”.

Con él coincide Fabrice de Clerk, director científico de la Fundación EAT, para quien “abordar una reducción del gasto de agua y de comida requiere cambios profundos en los toda la cadena de alimentación, desde el almacenamiento a los sistemas de transporte, pasando por el etiquetado y embalaje de los alimentos…”. “Todo ello no solo supone cambios legislativos importantes, sino también modificaciones de alto nivel en los sistemas y modelos de negocio, que deben abordarse para obtener resultados”, apostilla.

Springmann indica que los políticos y las administraciones no pueden quedarse al margen. “Cuando se habla de introducir cambios tan profundos en la dieta es fundamental la implicación de los gobiernos que deben hacer una apuesta firme por una dieta más saludable y sostenible basada en productos más sostenibles. La promoción de estos cambios de consumo desde la legislación, la educación e incluso en los centros de trabajo es básica para atajar de manera adecuada el problema y debe ser otro de los pilares del cambio”, concluye.