El objetivo de esta iniciativa, según sus promotores en España, es crear, imaginar y fortalecer las redes ciudadanas para que la aportación ciudadana sea la clave de su desarrollo. La idea es poner en valor esta aportación y su solidaridad para mejorar la vida en común, como se ha podido demostrar durante el duro embate del coronavirus.
Además, como señala Iciar García Martínez, de la plataforma Grigri Projects, se intenta que las aportaciones y propuestas de empresas, particulares, instituciones y ONG dentro de los laboratorios ciudadanos se enmarquen siempre en la hoja de ruta de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y la Agenda 2030.
“Lo importante es compartir un vínculo o un contexto, ya sea un barrio, pueblo u organización. Se trata de priorizar el proceso y el método de trabajo mediante la escucha activa más allá del resultado final”, pone de relieve.
Y no se pone límites. Explica que la iniciativa de los laboratorios ciudadanos abarca distintos entornos, desde el medio rural a las bibliotecas, los proyectos ecológicos, la sostenibilidad o el tercer sector, entre otros muchos.
Un interesante esquema de colaboración que no se podrá desarrollar plenamente, apuntan sus promotores, sin el decidido apoyo de las instituciones públicas.
Arranque de interés social
Así, para ayudar a poner en marcha uno de estos laboratorios, Medialab-Prado, un programa creado por el Ayuntamiento de Madrid, se dirigió a las bibliotecas e instituciones culturales, con el apoyo del Ministerio de Cultura y Deporte, para que crearan en sus instalaciones espacios que fomentasen la colaboración ciudadana encaminada a proyectos de interés social. La idea era reforzar el papel de las bibliotecas como espacios de encuentro, experimentación y creación colectiva.
Para facilitar el proceso, se acaba de poner en marcha, hasta el 11 de junio, una segunda edición del curso online Cómo montar un laboratorio ciudadano y construir redes de colaboración, abierto y gratuito y dirigido a asociaciones, ONG, fundaciones, centros sociales y culturales y colectivos y plataformas del tercer sector.
En él se dan las herramientas necesarias para poder iniciar proyectos sociales de la mano de 14 formadores y ya se han apuntado más de 3.000 interesados de todo el mundo, promoviendo más de 200 proyectos. Mediante esta formación, se describen los pasos necesarios para la puesta en marcha de un laboratorio ciudadano (acondicionamiento de espacios, herramientas digitales, modelos de convocatoria abierta para la búsqueda de proyectos y colaboradores y planes de comunicación, mediación, documentación y evaluación); cómo activar la colaboración territorial y sectorial, así como facilitar el desarrollo de proyectos entre diferentes ciudades.
La idea es que, entre septiembre y noviembre, se puedan poner en práctica cada uno de los laboratorios en concreto.
Laura Fernández, responsable del programa en Medialab-Prado, resalta la importancia de poner en contacto a personas que, de otra manera, difícilmente llegarían a encontrarse para escuchar las distintas posiciones y propuestas basadas en las necesidades o intereses de cada uno.
“La construcción de estas redes de colaboración es uno de los factores clave, como hemos podido constatar en iniciativas como ‘El taxi experimenta’, que unió a técnicos con conductores de taxi para instalar sensores en los vehículos y medir distintos parámetros urbanos o para identificar cómo se podía mejorar la inclusión de personas con discapacidad. Y con ‘Madrid escucha’ pusimos en contacto a funcionarios municipales con organizaciones vecinales, activistas y ONG, que les plantearon sus iniciativas urbanas.”
Huertos inclusivos
Una de las experiencias puestas en marcha con éxito han sido los denominados ‘Huertos inclusivos’, al que pueden acceder personas con discapacidad, mediante estructuras adaptadas a las necesidades de la diversidad funcional.
Como explica Ruth Blanco, una de las promotoras del proyecto en varios distritos de Madrid, se trata de “proponer espacios para hacer cosas mediante el intercambio de ideas y plasmar sobre el papel proyectos con la ayuda de todos. Y aunque no se lleguen a materializar finalmente, lo importante es disfrutar del proceso de colaboración”.
Un caso representativo de esta experiencia es el denominado ‘Playa Gata’, creado en el distrito de Fuencarral-El Pardo, que ha servido para desarrollar una propuesta ecológica de participación con gran aceptación en el vecindario.
Esta, en concreto, ha sido muy positiva para Toñi Acedo, una mujer que debía valerse de muletas tras sufrir un accidente laboral. Como ella misma reconoce, desde 2007, apenas salía de su casa y desde que se la animó a participar en el proyecto, va casi a diario a ocuparse de las plantas. Incluso vio reducir la medicación que tomaba a la vista de la mejora psicológica que había experimentado. “Ha sido una experiencia única que ha conseguido que pase de vivir en negro a ver la vida en todos sus colores. Me ha dado la vida, permitiéndome conocer a gente diferente, ampliar mi trato con los vecinos y colaborar en lo que puedo con ellos”, señaló.