Cada 8 de marzo el mundo celebra el Día Internacional de la Mujer, instituido en 1977 por la Asamblea General de Naciones Unidas para conmemorar la lucha de la mujer por su participación, en pie de igualdad con el hombre, en la sociedad y en su desarrollo íntegro como persona.
Según María José Hernando, del Departamento de Estudios de Manos Unidas, “a lo largo de nuestros 65 años de historia, hemos sido testigos de los enormes progresos que se han producido en cuestiones de igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres”.
En este sentido, la representante de la ONG de la Iglesia Católica destaca que “la mujer es hoy objeto de mayor protección legal y goza de más garantías que nunca. Gracias al esfuerzo de gobiernos e instituciones, y con el papel indispensable de la sociedad civil en el reconocimiento de la dignidad de las mujeres, sus derechos y sus responsabilidades, se han alcanzado grandes mejoras en la instrucción de las niñas y en la promoción de las mujeres, factores fundamentales para desarraigar la pobreza y promover el desarrollo”.
Mujeres en situación de pobreza extrema
Sin embargo, el camino por recorrer hacia la paridad real de género todavía es largo. Según Naciones Unidas, en la actualidad, una de cada 10 mujeres vive en la pobreza extrema y, de continuar las tendencias actuales, de aquí a 2030 se estima que 342,4 millones de mujeres y niñas todavía vivirán con menos de 2,15 dólares al día.
De esta manera, será imposible alcanzar las metas de los Objetivos de Desarrollo Sostenible y, principalmente, el ODS 5, relacionado con “garantizar la igualdad entre mujeres y hombres y promover la autonomía de la mujer”.
Para María José Hernando, “esa pobreza y esa desigualdad llevan a las mujeres a seguir siendo víctimas del hambre, la enfermedad, el analfabetismo y de la trata de personas, el desempleo o el trabajo esclavo, además de sufrir discriminación y exclusión en el acceso a la tierra, en la toma de decisiones en el ámbito público y privado y en el ejercicio del poder”.
Por ello, los problemas relacionados con las graves violaciones de derechos humanos a las que se enfrentan las mujeres son cuestiones graves que exigen soluciones eficaces, estables y duraderas en el marco de la construcción de sociedades inclusivas.
Mismos derechos y oportunidades
Manos Unidas cree firmemente que hombres y mujeres tienen los mismos derechos y han de tener las mismas oportunidades. Conscientes de ello, la ONG incorpora la perspectiva de género de manera transversal en todos sus proyectos y en 2023 destinó 6,5 millones de euros a la puesta en marcha de 81 proyectos destinados a la promoción de los derechos de las mujeres y la equidad. Unas iniciativas que, de una u otra manera, han conseguido cambiar la vida de casi 80.000 mujeres.
Uno de estos programas se desarrolla en Ecuador, donde según cifras de la Alianza para el Mapeo de los Feminicidios en Ecuador, en 2023 fueron asesinadas 321 mujeres por razones de género.
Este 8 de marzo, precisamente, ha sido el día elegido para poner en marcha, de manera oficial, el programa ‘Resiliencia socioeconómica de las mujeres indígenas y campesinas de Chimborazo y Tungurahua en contexto de pospandemia’, que durante los próximos cuatro años van a llevar a cabo Manos Unidas y sus socios locales en Ecuador: CESA (Central Ecuatoriana de Servicios Agrícolas), Fundación Maquita y Fundación Nosotras con Equidad.
El propósito de esta iniciativa, en la que se van a invertir más de tres millones de euros, es favorecer la resiliencia socioeconómica de las mujeres indígenas y campesinas de 38 comunidades rurales de la sierra central de Ecuador. Y, en concreto, sus objetivos principales son fortalecer la autonomía económica y social de las mujeres indígenas para que puedan disponer y decidir sobre su dinero y mejorar los niveles de convivencia social, fomentando la cultura de paz y la vida libre de violencia.
El programa ha sido construido y pensado con la participación de mujeres indígenas y campesinas, que, en muchos casos, son cabeza de hogar. Son ellas las que, principalmente, están asumiendo las tareas en la finca, por el éxodo del campo a la ciudad o al extranjero, que se está viviendo en las comunidades rurales.
Son ellas, además, las que realizan los trabajos de cuidados, aunque haya hombres adultos que conviven con ellas. Y son ellas las que, de manera mayoritaria, siguen padeciendo múltiples violencias: física, psicológica y sexual, pero también económica y política.
En Ecuador, las mujeres rurales padecen múltiples discriminaciones, por etnia, por condición económica, por ser analfabetas muchas de ellas, por vivir en el campo, en comunidades alejadas de los núcleos urbanos donde tienen un menor acceso a los servicios sociales básicos y a servicios de atención y prevención de la violencia de género.