Informe sobre el cambio climático 2020

La ONU traza un sombrío panorama mundial por los desastres naturales y la pandemia

La Organización Meteorológica Mundial, dependiente de la ONU, acaba de presentar su informe sobre ‘El Estado del Clima Global’, que sitúa a 2020 como uno de los tres años más cálidos registrados. La temperatura media global este año fue de aproximadamente 1,2 grados por encima del nivel preindustrial entre 1850 y 1900.

La sequía es una de las grandes catástrofes para amplias zonas del planeta

22 Abr 2021 | Redacción | Soziable.es

El documento de la Organización Meteorológica Mundial (OMM) constata que la Covid-19 añadió una nueva dimensión negativa a los peligros meteorológicos, climáticos y relacionados con el agua, con impactos combinados de amplio alcance tanto en la salud como el bienestar de los habitantes del planeta.

El texto agrega que las restricciones de movilidad, las recesiones económicas y las perturbaciones del sector agrícola exacerbaron los efectos de los fenómenos meteorológicos y climáticos extremos a lo largo de la cadena de suministro de alimentos, aumentando los niveles de inseguridad alimentaria y ralentizando la prestación de asistencia humanitaria. La pandemia también interrumpió las observaciones meteorológicas y complicó los esfuerzos de reducción del riesgo de desastres.

El cambio climático, apunta el documento, representa un riesgo para el logro de muchos de los Objetivos de Desarrollo Sostenible a través de una cadena de eventos interrelacionados, que pueden contribuir a reforzar o agravar las desigualdades existentes. Además, existe la posibilidad de que se materialicen ciclos de retroalimentación que amenacen con perpetuar el círculo vicioso del cambio climático.

El secretario general de la ONU, António Guterres, calificó el informe como “aterrador” y declaró que "nos encontramos al borde del abismo". “Este informe –agregó– muestra que no tenemos tiempo que perder. El clima está cambiando y los impactos ya son demasiado costosos para las personas y el planeta. Este es el año de la acción. Los países deben comprometerse con emisiones netas cero para 2050”.

A su juicio, el documento muestra que "2020 también fue otro año sin precedentes de desastres climáticos y meteorológicos extremos”. Una alteración del clima “provocada por actividades humanas, por decisiones y locura humana. Los efectos son desastrosos. Los datos de este informe deberían alarmarnos a todos”, subrayó.

Cadena de desastres

Así, las concentraciones de los principales gases de efecto invernadero han seguido aumentando en 2019 y 2020. La evolución apunta que esta situación empeorará en 2021, a pesar de la desaceleración económica provocada por la pandemia, cuyos efectos son perceptibles en las concentraciones atmosféricas.

Los océanos absorben alrededor del 23% de las emisiones anuales de CO2, actuando como amortiguador contra el cambio climático. Sin embargo, el CO2 reacciona con el agua de mar, reduciendo su pH y provocando la acidificación del líquido elemento. Esto, a su vez, reduce su capacidad para absorber CO2 de la atmósfera. La acidificación y desoxigenación de los océanos ha continuado afectando los ecosistemas, la vida marina y la pesca, según la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura.

A esta circunstancia hay que sumar que el nivel promedio del mar ha aumentado desde 1993. Recientemente, ha crecido a un ritmo mayor, en parte, debido al mayor derretimiento de las capas de hielo en Groenlandia y la Antártida.

La extensión mínima del hielo marino del Ártico después del derretimiento del verano fue de 3,74 millones de kilómetros cuadrados, lo que marca solo la segunda vez registrada que se redujo a menos de cuatro millones de kilómetros cuadrados.

Del mismo modo, las inundaciones y lluvias torrenciales asolaron gran parte de África y Asia, provocando un brote de langostas en el desierto, en tanto que la sequía afectó el pasado año a muchas partes del interior de Sudamérica, siendo las áreas más afectadas el norte de Argentina, Paraguay y las áreas fronterizas occidentales de Brasil, así como áreas del Sur de África.

Oleada de calor e incendios

La situación climática también estuvo acompañada por incendios forestales prolongados y generalizados, como en Estados Unidos, así como por récords de temperatura. Por ejemplo, el Valle de la Muerte, en California, alcanzó los 54,4 grados el pasado16 de agosto, la temperatura más alta conocida en el mundo durante los últimos 80 años. 

En el Mediterráneo oriental, también se registraron récords históricos de calor, con 42,7 grados en Jerusalén y 48,9 grados en Eilat, tras una ola de calor a finales de julio en Oriente Medio en la que el aeropuerto de Kuwait alcanzó los 52,1 grados y Bagdad los 51,8 grados.

El año 2020 se caracterizó por la mayor cantidad de huracanes registrados de la historia de estos fenómenos atmosféricos. Hubo un récord de doce tormentas tocando tierra en los Estados Unidos, rompiendo el récord anterior de nueve. El huracán ‘Laura’ alcanzó una intensidad de categoría 4 y tocó tierra el 27 de agosto en el oeste de Luisiana, lo que provocó daños importantes y pérdidas económicas por valor de 19.000 millones de dólares. ‘Laura’ también causó importantes daños por inundaciones en Haití y la República Dominicana, recoge el informe.

Del mismo modo, los huracanes se dejaron sentir con fuerza en Centroamérica y Asia. Por su parte, Europa también se vio afectada por importantes tormentas e inundaciones, como sucedió en Francia e Italia, sin olvidar el efecto de las granizadas en otras zonas como Trípoli o Calgary, entre otras muchas.

El impacto del covid

Más de 50 millones de personas se vieron doblemente afectadas en 2020 por desastres relacionados con el clima (inundaciones, sequías y tormentas) y por la pandemia de la COVID-19, según datos de la Federación Internacional de Sociedades de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja. Esta circunstancia empeoró el hambre y añadió mayor riesgo a las operaciones de evacuación, recuperación y socorro relacionadas con eventos de alto impacto.

Los tifones y ciclones provocaron, por ejemplo, el desplazamiento de 99.500 personas en Fiji, las Islas Salomón, Tonga y Vanuatu, mientras que más de 180.000 personas fueron evacuadas de forma preventiva en Filipinas por la llegada del ciclón tropical Vongfong a mediados de mayo. La necesidad de medidas de distanciamiento social provocó que los residentes no pudieran ser transportados en grandes cantidades y que los centros de evacuación sólo pudieran ser utilizados a la mitad de su capacidad.

Mientras tanto, unos 5,3 millones de personas requirieron asistencia humanitaria en el norte de Centroamérica, incluidos 560.000 desplazados internos antes del inicio de la pandemia

Todo ello supuso que casi 690 millones de personas, o el 9% de la población mundial, sufriesen desnutrición y, alrededor de 750 millones, o casi el 10%, estuviesen expuestas a niveles severos de inseguridad alimentaria en 2019 en tanto que los desastres naturales costaron más de 108.000 millones de dólares en producción agrícola y ganadera dañada o perdida en países en desarrollo durante el periodo 2008 y 2018.

La pandemia afectó directamente a la oferta y la demanda de alimentos el pasado año, con interrupciones en las cadenas de suministro locales, nacionales y mundiales, comprometiendo el acceso a los insumos agrícolas, los recursos y los servicios necesarios para mantener la productividad agrícola y garantizar la seguridad alimentaria, aseguran las agencias de la ONU.

Por otro lado, se destaca que, durante la última década (2010-2019), los eventos relacionados con el clima provocaron un promedio de 23,1 millones de desplazamientos de personas cada año, la mayoría de ellos dentro de las fronteras nacionales, asegura el Centro de Control de Desplazamientos Internos.

Durante el primer semestre de 2020 se registraron unos 9,8 millones de desplazamientos, en gran parte debidos a peligros hidrometeorológicos y desastres, concentrados principalmente en Asia meridional y sudoriental y el Cuerno de África.

Oportunidad de mejora

Aunque la actual recesión mundial causada por la COVID-19 puede dificultar la promulgación de las políticas necesarias, también presenta oportunidades para colocar la economía en un camino más ecológico y sostenible, al impulsar la inversión en productos ecológicos y resilientes, impulsando las infraestructuras públicas, lo que reforzará el PIB y el empleo durante la fase de recuperación, según el Fondo Monetario Internacional.

Tales políticas de adaptación para mejorar la resiliencia a un clima cambiante, como la inversión en infraestructura a prueba de desastres y sistemas de alerta temprana, junto al desarrollo de redes de seguridad social, pueden limitar el impacto de las perturbaciones relacionadas con el clima y ayudar –afirman los responsables de organismos multilaterales– a que la economía se recupere a mayor velocidad.

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