
En este contexto, la figura del logopeda cobra especial relevancia, no solo por su papel en la intervención de los alumnos con dificultades en el habla y el lenguaje, sino también por su capacidad para incidir en el entorno escolar. La prevención del acoso no debe centrarse únicamente en quienes enfrentan retos de aprendizaje, sino también en quienes no saben aceptar la diversidad. Muchas veces, los acosadores proyectan su propia falta de aceptación en quienes perciben como más vulnerables.
La intervención temprana de los logopedas no solo mejora la fluidez y comprensión del lenguaje, sino que también fortalece la autoestima, la confianza y las habilidades socioemocionales del alumnado, dotándolos de herramientas para hacer frente a los desafíos diarios. Además, los centros educativos tienen el deber de educar más allá del conocimiento académico: deben formar ciudadanos empáticos y respetuosos, promoviendo una convivencia basada en la aceptación y el respeto mutuo, en definitiva, educar para la vida en sociedad.
Es fundamental que los colegios e institutos integren la labor del logopeda en sus estrategias de prevención del acoso escolar, fomentando una cultura de respeto e inclusión que beneficie a toda la comunidad educativa.
En última instancia, la colaboración interdisciplinar entre logopedas, psicólogos, docentes y orientadores es clave para generar estrategias integrales que contribuyan a erradicar el acoso escolar desde sus raíces. La escuela debe ser un entorno donde todos los estudiantes, independientemente de sus capacidades comunicativas, puedan desarrollarse plenamente y sentirse valorados.