Pasar al contenido principal
Informe ‘Cambio climático: una crisis en ciernes”

Acción contra el Hambre alerta de los niveles de hambre en los países más amenazados por el cambio climático

El informe “Cambio climático: Una crisis en ciernes”, elaborado por Acción contra el Hambre, recoge los resultados de un conjunto de investigaciones que analizan la relación del cambio climático y el hambre en los países más pobres y frágiles: desde las repercusiones en la producción de alimentos hasta el impacto en la igualdad de género y en la salud infantil, entre otras áreas.

La actual situación climática afectará en los próximos 30 años a millones de personas en el mundo.
La actual situación climática afectará en los próximos 30 años a millones de personas en el mundo.

El nuevo estudio de Acción contra el Hambre alerta de que, incluso si se logra mantener el aumento de las temperaturas dentro de los 1,5 grados pre industriales (actualmente, en 2,7), el mundo) “se enfrenta a una crisis humanitaria que gradualmente afectará a todos los países”. En este sentido, anuncia que, en la situación actual, el agua dulce escaseará, habrá menos ciclos de cultivo y aumentarán el hambre y las enfermedades.

Según afirma, sin una acción global concertada, el cambio climático seguirá poniendo en peligro el acceso de las personas a los alimentos, al tiempo que la incidencia de las crisis de hambre relacionadas con el clima no hará más que aumentar, generando olas migratorias y dificultades en la producción alimentaria global.

“Es lícito plantear que la crisis humanitaria en países productores y exportadores de productos básicos acabará afectando también al resto del mundo”, afirma el director de Incidencia y Relaciones Institucionales en Acción contra el Hambre, Manuel Sánchez-Montero. Para él, “la crisis climática es una crisis global y sus efectos esta vez no van a afectar como siempre solo a los más vulnerables”. “Es un problema global que requiere respuestas y acciones globales”, demanda.

En este contexto, el informe ‘Cambio climático: una crisis en ciernes’ ofrece un panorama de cómo la actual situación climática afectará en los próximos 30 años a la calidad de vida de millones de personas en el mundo.

En los niveles actuales, señala, “para 2040 el cambio climático podría provocar una pérdida de hasta el 50% en el rendimiento de los cultivos” y la producción de trigo “podría reducirse un 49% en el sur de Asia y un 36% en el África subsahariana”.

Asimismo, recoge que la escasez de agua “afecta actualmente a unos 700 millones de personas en todo el mundo”, al tiempo que, para 2040, “700 millones de personas más estarán expuestas al riesgo de sequía”.

Además, según indica, “se espera una disminución del ganado de entre el 7 y el 10%, con pérdidas económicas asociadas de entre 9.700 y 12.600 millones de dólares”.

El cambio climático en los países más pobres

El informe también ofrece datos concretos de cómo el cambio climático se está dejando sentir de forma desproporcionada en los países más pobres, que, sin embargo, “son los que menos contribuyen a la crisis climática”. De hecho, añade, “el total de las emisiones de gases de efecto invernadero de los 27 países más afectados por el hambre apenas llega al 5% de las emisiones totales de los miembros del G7”.

“Solo en estos 27 países, más de 117 millones de personas viven con un nivel de hambre de crisis o peor”, resalta. En este sentido, el informe explica que el cambio climático “es un factor de estrés adicional que, unido a prolongados conflictos y la pobreza, contribuye al aumento del hambre y la inseguridad alimentaria”.

Otro de los efectos de la crisis climática que indica es que “no solo está encareciendo los precios de los alimentos y acabando con ecosistemas enteros, sino que está provocando el desplazamiento masivo de los insectos portadores de enfermedades, como la langosta del desierto, la plaga migratoria más destructiva del mundo, que en 2020 afectó gravemente a las cosechas, especialmente en Etiopía”.

En 2020, en todo el mundo, 149,2 millones (22%) de niños menores de cinco años sufrían de retraso en el crecimiento. Así, “la reducción en la cantidad y calidad de los alimentos está teniendo un impacto en la salud familiar, especialmente de los niños y niñas”, según se destaca en el informe. “La carencia de zinc es un riesgo especial y, para el año 2050, las elevadas concentraciones de dióxido de carbono podrían empujar a otros 138 millones de personas a la carencia de zinc, con una carga desproporcionada para los niños y mujeres embarazadas o lactantes que tienen mayores necesidades nutricionales”, apunta.

Además, continúa, el cambio climático “actúa como un multiplicador de las desigualdades entre géneros y, a nivel mundial, una cuarta parte de las mujeres económicamente activas se dedican a la agricultura y deben hacer frente a consecuencias del clima como la pérdida de cosechas a la vez que suelen tener acceso a menos recursos para hacer frente a la situación”.

Una llamada a la acción

Por último, el informe de Acción contra el Hambre plantea una serie de recomendaciones que pretenden ser una llamada a la acción ante la emergencia climática, entre las que destacan los siguientes:

Una mayor implicación de los firmantes del Acuerdo de París. Todos los gobiernos deben presentar y cumplir contribuciones determinadas a nivel nacional que cumplan su parte justa de las acciones de mitigación necesarias para limitar el aumento medio de la temperatura global a 1.5°C.

El nombramiento en la COP26 de un defensor de las pérdidas y los daños como agente de consulta y para crear consenso para la acción, así como el establecimiento de un mecanismo de financiación que permita apoyar a los países más vulnerables.

- La inversión y las políticas de apoyo al agua, el saneamiento y la higiene (WASH) deben ser una prioridad en los países con una elevada carga de malnutrición, con el apoyo de donantes y organismos multilaterales.

- Los gobiernos y los donantes deberían invertir en la formación y las herramientas para la adaptación agrícola transformadora, como la agroecología, para garantizar la resiliencia a largo plazo y la seguridad alimentaria y nutricional en las zonas más vulnerables a los impactos del cambio climático en la agricultura, la pesca y el turismo.