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TRIBUNA. Antonio Espinosa de los Monteros, CEO y cofundador de AUARA

El maravilloso efecto mariposa de la solidaridad

Antonio Espinosa de los Monteros, CEO y cofundador de AUARA, empresa que dedica el 100% de sus dividendos a fines sociales para llevar agua a quienes más la necesitan, reflexiona en esta Tribuna sobre la necesidad de crear redes de solidaridad para garantizar este recurso hídrico fundamental a todas las personas del mundo.

Antonio Espinosa de los Monteros, CEO y cofundador de AUARA.
Antonio Espinosa de los Monteros, CEO y cofundador de AUARA.

Decía un antiguo proverbio chino que “El leve aleteo de las alas de una mariposa se puede sentir al otro lado del mundo”. La Física lo ha relacionado con la Teoría del Caos, y particularmente con el tiempo atmosférico, que es uno de los ejemplos de sistemas caóticos. En 1972, el meteorólogo estadounidense Edward Norton Lorenz afirmó en una conferencia que “El aleteo de una mariposa en Brasil puede producir un tornado en Texas”. En realidad, hacía referencia a que pequeñas diferencias en una sola variable tienen efectos profundos en la historia posterior del sistema.

"Me gusta pensar que cada uno de los seres humanos somos como pequeñas mariposas y que con nuestras pequeñas acciones somos capaces de generar grandes cambios"

Me gusta pensar que cada uno de los seres humanos somos como pequeñas mariposas y que con nuestras pequeñas acciones somos capaces de generar grandes cambios. Creo realmente que así es, que un gesto sencillo de un individuo, sumado a los de otros muchos, puede convertirse en un tsunami que cambie el sistema del mundo. Eso es, precisamente, lo que Naciones Unidas ha querido inculcarnos con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), planteándolos como un gran reto global al que todos debemos contribuir, para convertirnos en el verdadero motor del cambio hacia un futuro más sostenible para la humanidad.

Hoy, en el Día Mundial del Agua, recordamos el ODS 6, que recoge el derecho de todas las personas a tener acceso a agua potable segura y saneamiento, y el gran desafío que supone conseguirlo en menos de una década, tal y como propone la Agenda 2030, teniendo en cuenta que hoy hay cerca de 1.200 millones de personas en todo el planeta que sufren escasez de agua extrema, según la FAO. Principalmente, en la zona sur de Asia, donde cerca del 80% de la población de países como Pakistán o Sri Lanka vive en zonas agrícolas sin apenas recursos hídricos, y en el África subsahariana, donde solo el 12% de su población rural tiene acceso a agua potable gestionada de forma segura.

"Resulta difícil ponerse en la piel de quienes dependen de que alguien de su familia vaya cada día en busca de agua a charcas y otras fuentes de dudosa calidad para tener algo que beber"

Fotografía Ana Encabo. Proyectos AUARA Chad.Resulta difícil ponerse en la piel de quienes dependen de que alguien de su familia (normalmente las mujeres y las niñas) vaya cada día en busca de agua a charcas y otras fuentes de dudosa calidad para tener algo que beber, algo con lo que lavarse, algo con lo que cocinar… Aunque sus malas condiciones de salubridad terminan por provocar enfermedades que en muchos casos acaban de la peor manera posible.

El agua es clave para la seguridad alimentaria y la nutrición. La OMS calcula que las enfermedades diarreicas transmitidas por el agua representan el 3,6% de la carga mundial de morbilidad y son responsables de 1,5 millones de muertes al año. Además, con la actual pandemia todos hemos aprendido la importancia del lavado frecuente de manos para prevenir la transmisión de enfermedades y la propagación de virus.

Pero como decía, puede resultar difícil empatizar con esa situación de vulnerabilidad en la que se carece de lo más básico, del acceso a agua potable, cuando nunca hemos sentido su carencia. Cuando llenamos grandes piscinas, visitamos spas, lavamos el coche, nos duchamos cada día, lavamos la ropa, los platos, bebemos todo lo que queremos, con el simple gesto de abrir un grifo o darle a un botón.

Para personas de países como Benín, el Chad o Camboya, podría parecer hasta magia. Y cuando una organización como la nuestra llega un día a su pueblo e instala un pozo con una bomba para extraer las aguas subterráneas, y de repente la ven salir como un torrente, sienten realmente que es algo mágico que les va a cambiar la vida. Y así nos lo cuentan.

Como Debo Kao, que antes tenía que levantarse a las cinco de la mañana y andar varios kilómetros cada día para recoger agua de charcos para abastecer a su familia; o Djobo Demo, que nos explica que han desaparecido muchas enfermedades, como diarreas y dolores de estómago por beber agua de los charcos; o Assoumi Lamatou, que está feliz porque ya no tiene que beber el agua que caía del tejado de chapa durante la estación de lluvias.

"En estos cuatro años hemos hecho realidad 94 proyectos que nos han permitido causar un impacto positivo en las vidas de más de 57.400 personas de 17 países, a través del acceso a agua potable"

Son tres personas reales, de Benín, donde hemos llevado a cabo algunos de los 94 proyectos que hemos hecho realidad en estos cuatro años, y que nos han permitido causar un impacto positivo en las vidas de más de 57.400 personas de 17 países, a través del acceso a agua potable, mediante la construcción de pozos, la instalación de tanques de recogida de agua de lluvia y de sistemas de saneamiento.

Cada vez que una persona compraba una botella de agua AUARA aquí, estaba haciendo posible este gran cambio al otro lado del mundo, a miles de kilómetros de distancia, gracias al maravilloso efecto mariposa de la solidaridad. Es una prueba real e indiscutible de que un pequeño gesto puede ser el inicio de algo grande.

Como nos pide la ONU este año, ‘Valoremos el agua’, y no menospreciemos lo que cada uno de nosotros podemos hacer para conseguir hacer realidad el ODS 6.

Feliz Día Mundial del Agua.