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El desarrollo sostenible, ligado a la forma de gobierno

Sin democracia, adiós ODS

Los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) comprometen a todos los países del mundo. Con la vista puesta en el año 2030, fijan 17 retos que habría que superar para garantizar un futuro próspero al conjunto de la humanidad. Ahora bien, para alcanzarlos, todos sin excepción (gobiernos, sector privado y sociedad civil) deberíamos poner de nuestra parte. Y tener voz y voto.

A diferencia de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (los ODM, la hoja de ruta que el mundo acordó en el año 2000 con vistas a 2015), los ODS son universales y exigen, por primera vez, compromisos globales. Así, si los primeros trabajaban metas solo en los países en desarrollo, la agenda para 2030 asume ya que los problemas del mundo están interconectados y que la respuesta ha de ser, irremediablemente, planetaria.  

La democracia –ese “valor universal” basado en la voluntad libremente expresada por los pueblos– se hace imprescindible en este contexto. ¿En qué estado se encuentra? ¿Es factible entonces la consecución de los 17 objetivos de la ONU? Soziable.es repasa el grado de implantación en el mundo de esta forma de gobierno.

El sueño de unos pocos

Lamentablemente, la democracia dista mucho de dominar el mundo. Según el último informe de la Freedom House (organismo independiente, con sede en Nueva York, que trabaja por la defensa de la democracia), en 2016 se contabilizaban en el mundo 86 países “plenamente libres”, estados cuyos ciudadanos gozan de sistemas que garantizan plenas libertades civiles. Esta categoría representa al 44 por ciento de los 195 países que analiza el estudio (dos puntos porcentuales menos que hace una década) y abarca al 40 por ciento de la población mundial.

Ese año, 2016, Freedom House registró por primera vez un deterioro de las democracias consolidadas. Los culpables, los “actos terroristas inspirados en el Estado Islámico”, responsables de la “agitación social” que sufren Europa y Estados Unidos. “Desde el fin de la Guerra Fría hasta 2006 los niveles de libertad y democracia aumentaron en todo el mundo. A partir de entonces, sin embargo, han caído año tras año. La democracia no se ha consolidado como se esperaba en países en los que se preveían avances, mientras que en otros se ha producido una erosión indiscriminada de la confianza en las instituciones. Y esta crisis no se restringe a los países en desarrollo o a lugares donde la población ha sufrido ‘malos gobiernos’”, apunta Magdy Martínez-Soliman, secretario general adjunto de la ONU, administrador del PNUD y director de la Oficina de Políticas y Apoyo a Programas de Naciones Unidas.

Solo cuatro de cada diez países del mundo son "plenamente democráticos"

Si 86 de los 195 países que estudia la Freedom House son “plenamente democráticos”, ¿qué ocurre con el resto? Como suele decirse, no todo es blanco ni negro y, por esta misma razón, Carlos Carrera, secretario de la Asociación Derecho y Democracia, clasifica a los países en torno a varias categorías en función de su nivel de democratización. Este experto habla, así, de 25 “democracias plenas” (en su mayoría, países europeos); de 54 “democracias imperfectas” (entre las que figuran Argentina y la mayoría de las naciones latinoamericanas que, aunque celebran elecciones libres, “tienen una cultura política subdesarrollada”); de 37 “regímenes híbridos” (en los que, aunque funciona el parlamento, el Ejecutivo se inclina hacia el autoritarismo –sería el caso de Venezuela, por ejemplo) y una cincuentena de “regímenes autoritarios” (con Rusia y China como grandes protagonistas). “Los datos son cambiantes pero podemos decir, de forma aproximada, que entre 25 y 30 países del mundo podrían considerarse democracias plenas”, explica Carlos Carrera, secretario de Derecho y Democracia.

Los primeros puestos en este ranking corresponden, sobre todo, a países del norte y centro de Europa. El top ten lo ocupan, en concreto, Noruega, Islandia, Suecia, Dinamarca, Nueva Zelanda, Australia, Suiza, Canadá, Finlandia y Holanda. En la última edición del estudio (la de 2016), España se hizo con el puesto 17, por delante de potencias como Japón (20) o Estados Unidos (21).

¿Por qué es tan importante?

Para la ONU, el proceso para la redacción de los 17 ODS “ha sido más inclusivo que nunca”. “Los gobiernos hicieron partícipes a las empresas, la sociedad civil y los ciudadanos desde el principio”, presume Naciones Unidas. Ahora, la tarea de cumplir y supervisar los objetivos requiere que los Estados trabajen en estrecha colaboración con los ciudadanos. Los parlamentos serán los encargados de “traducir” la nueva agenda de desarrollo sostenible en medidas concretas, mediante la aprobación de legislación, la asignación de presupuestos y la exigencia de responsabilidad a los gobiernos.

Hilo conductor de los ODS, los principios democráticos, sin embargo, se hacen explícitos únicamente en uno de ellos: en el número 16, el que pide sociedades e instituciones “inclusivas” y “participativas”. Lo dice bien claro: “Sin paz, estabilidad, derechos humanos y gobernabilidad efectiva basada en el Estado de derecho no es posible alcanzar el desarrollo sostenible”.

¿Por qué es tan importante la democracia? ¿Cuál es la razón por la que, sin ella, no habrá nunca desarrollo sostenible? Preguntamos al respecto a Carlos Carrera, de Derecho y Democracia: “Sin división de poderes, participación popular, derechos y libertades garantizados es más difícil luchar contra la injusticia, la corrupción y la explotación. Bajo su paraguas, contamos con los mecanismos que permiten avanzar con mayor eficacia en la consecución de un Estado de bienestar con salud, educación, protección social y trabajo digno para todos. De ahí que la generalización de la democracia sea esencial para conseguir estos objetivos”, señala este experto.

España, sin ir más lejos, ha vivido en sus 40 años de democracia “el mayor periodo de convivencia pacífica” de su historia. En ese tiempo, recuerda Carrera, “nos hemos integrado también en el proyecto europeo y alcanzado mayores cotas de bienestar económico y social”. 

¿Hacia dónde vamos?

La crisis económica y social de los últimos años ha estado acompañada de una crisis de confianza que ha hecho mella, especialmente, en los partidos que han gobernado en este difícil contexto. “La escasa capacidad de las administraciones para protegerlos frente al desastre económico y social y la corrupción han derivado en una pérdida de credibilidad total de las instituciones”, explica Carrera. Y a esto hay que añadir “el miedo a las migraciones y el terrorismo”, que están haciendo que la gente “se refugie en ideologías proteccionistas y xenófobas”. Indudablemente, todo ello supone un reto. “El destino de la democracia va a depender, en gran medida, de que la sociedad rechace estas ideologías y apueste por fuerzas políticas inequívocamente democráticas”, añade este experto.

A Fernando Contte, profesor de Derecho en la Universidad argentina John F. Kennedy (UK), le preocupa la “crisis” en la que, en su opinión, se haya sumida la democracia: “El desinterés de los jóvenes por la política la agrava. La crisis económica y social les ha afectado en mayor medida en aspectos como el del acceso al trabajo. No se sienten representados por nadie, manifiestan un desinterés absoluto por la cosa pública y esto afecta la democracia”, lamenta el abogado.

Con todo, Martínez-Soliman, de la ONU, trata de huir “de proyecciones excesivamente pesimistas”. Porque, según dijo a Soziable.es, “los ideales democráticos siguen vivos” y se vislumbran “mejoras en la calidad democrática” de ciertos países de Asia y África (cita a Burkina Faso, Gambia, Ghana, Guatemala, Costa de Marfil, Sri Lanka, Túnez o Ucrania), mientras que  Colombia y Nepal “son testigos de importantes acuerdos de paz”. “En todos los rincones del planeta parece que se apoya a los movimientos en favor de las instituciones, ¡y se habla públicamente de ello!”, prosigue este experto.

¿Qué hay de España? En nuestro caso, según Carlos Carrera, la democracia se enfrenta a varios retos: “Desalojar a los corruptos de las instituciones”, “mantener el Estado de bienestar” y “avanzar en la lucha contra el fraude fiscal”, entre otros.

“Si nuestra meta es fomentar una suerte de contrato social inclusivo entre el estados y las personas, entonces estoy seguro de que podremos alcanzarlo. Quizás no para 2030, pero sí, seguramente, a lo largo del siglo XXI”, concluye el portavoz de Naciones Unidas.