Los compases finales de 28ª Conferencia de las Partes de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP28), celebrada en Dubái, han generado decepción e incluso indignación entre los países, organizaciones y activistas más ambiciosos y comprometidos con la toma de medidas definitivas contra el cambio climático. De hecho, la Unión Europea rechazó tajantemente los sucesivos borradores del documento del acuerdo final que debían firmar todas las partes y que reflejaban la presión de los países de la OPEP para evitar que se incorporase una “eliminación gradual” de la producción y consumo de combustibles fósiles, prefiriendo utilizar el término “reducción”.
Finalmente, al límite del cierre de la conferencia, todas las partes llegaron un consenso para “transitar” hacia el fin de los combustibles fósiles y mantener el´. En concreto, el texto afirma que dicha transición se realizará "de manera ordenada y equitativa, acelerando la acción en esta década crítica, con el fin de alcanzar el objetivo de cero emisiones netas en 2050, de acuerdo con la ciencia".
Insatisfacción con el acuerdo final
El acuerdo no satisface las expectativas de países (como la UE o los estados-islas, más amenazados por la crisis climática) que ejercieron la mayor presión para alcanzar un compromiso firme. Por su parte, las organizaciones ecologistas, admitieron que el documento final supone una "mejora" y un "reconocimiento colectivo" del deber de acabar con los combustibles fósiles, aunque reclamaban más ambición para abordar una "transformación".
Teresa Ribera, ministra para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, y Wopke Hoekstra, comisario europeo del Clima, representaron a la UE en la negociación y tenían la clara intención de mantener "vivo" el objetivo marcado en París de no superar los 1,5 grados de temperatura de calentamiento global. Para ello, fueron exigentes proponiendo cambios drásticos en el ámbito energético, que es el responsable del 80% de las emisiones de gases de efecto invernadero.
"Esta no es todavía la decisión que el mundo necesita o merece", afirmó Kaisa Kosonen, jefa de delegación de Greenpeace Internacional, aunque reconoció que "hay mejoras", una "llamada a la transición para abandonar los combustibles fósiles junto con una llamada para aumentar masivamente las energías renovables y eficiencia en esta década". Por su parte, los países en desarrollo constataron que en el texto final faltan compromisos y metodologías claras sobre adaptación al cambio climático.
Optimismo a pesar de todo
A pesar de las decepciones y las interminables discusiones, el final de la COP28 también estuvo marcado por declaraciones de un optimismo moderado. En su discurso de clausura, Simon Stiell, secretario ejecutivo de ONU Cambio Climático, manifestó que "no hemos pasado página a la era de los combustibles fósiles, pero este resultado es el principio del fin", además de destacar los pasos que se han dado adelante al alcanzar importantes compromisos como triplicar las energías renovables y duplicar la eficiencia energética; y la puesta en marcha del Fondo de Pérdidas y Daños con la realización de un pago inicial.
Dada la controversia que se genera respecto a la verdadera utilidad de estos encuentros, Stiell quiso empujar un poco la balanza hacia el lado positivo haciendo retrospectiva y recalcando “lo mucho que estas conferencias han conseguido en las últimas décadas”. Aseguró que sin los acuerdos alcanzados hasta ahora “estaríamos abocados a un calentamiento cercano a los 5 grados, una sentencia de muerte segura para nuestra especie”.
Finalmente, declaró que “el balance mundial nos ha mostrado claramente que los avances no son lo bastante rápidos, pero es innegable que van ganando ritmo”, añadiendo que “cree firmemente que esto se debe a que la lógica política y económica es cada vez más insuperable: en todos los países se pierden numerosas vidas humanas, mientras que los combustibles fósiles afectan por igual a los presupuestos domésticos y nacionales”.