El ecosistema del Ártico está experimentando una rápida disminución de la extensión y el grosor del hielo marino, lo que supone que el oso polar debe pasar más tiempo en tierra. Este animal, a pesar de utilizar el hielo marino como plataforma para cazar principalmente focas anilladas y barbudas, debe minimizar su actividad para conservar energía durante el período de deshielo.
Un análisis realizado por Nature Communications estudió a una veintena de ejemplares durante tres semanas de agosto a septiembre en Manitoba, Canadá. Este seguimiento se elaboró a través de collares con cámaras y GPS, lo que permitió determinar a los investigadores la dieta, la actividad, el comportamiento y las tasas de movimiento.
Cambios en el ecosistema
El ecosistema marino del Ártico está experimentando una rápida disminución de la extensión y el grosor del hielo marino. Esto supone que aumente el tiempo que algunas áreas del Ártico están libres de hielo, lo que a su vez obliga a los osos polares de estas regiones a trasladarse a tierra.
El calentamiento global ha provocado que, en el oeste de la Bahía de Hudson, el período libre de hielo haya aumentado en tres semanas entre 1979 y 2015, manteniendo a los osos en suelo firme durante aproximadamente 130 días en la última década.
Este incremento de tiempo provoca que estos animales se vean obligados a moverse por tierras donde no pueden cazar focas ricas en grasa y densas en energía, lo que afecta negativamente a su condición corporal, supervivencia y reproductividad.
El motor de la energía
La energía es un elemento esencial para garantizar la supervivencia y el éxito reproductivo. Sin embargo, hay muchos animales que viven en entornos donde los recursos alimentarios son limitados, por lo que se ven obligados a reducir sus movimientos y su gasto energético y a depender de las reservas almacenadas.
Dependiendo de la cantidad de reservas de energía que tenga un oso, la duración del período de recursos reducidos, las compensaciones energéticas entre los costos de localizar alimentos y la energía potencial obtenida, e incluso la variación individual en el comportamiento, éstos actuaran de diferente forma pudiendo ser su respuesta el ayuno o la búsqueda de alimento.
Durante el periodo de análisis, el gasto energético diario fue 5,2 veces mayor en los osos polares que se quedaron en tierra y 19 veces mayor en actividad, frente a los osos activos en el hielo marino. Los osos consumían bayas, vegetación, pájaros, huesos, astas, focas y belugas. Sin embargo, a pesar de compensar el elevado gasto energético, hubo pocos beneficios de la búsqueda de alimento terrestre para prolongar el tiempo previsto, ya que 19 de 20 osos perdieron masa.
Algunos machos adultos simplemente se tumbaron para conservar energía, de forma que quemaban calorías a un ritmo similar al de la hibernación, aunque el 70% se mantuvo activo buscando alimentos terrestres, como bayas, hierbas y cadáveres de aves y caribúes. Mientras que varias hembras adultas dedicaron hasta el 40% del tiempo a buscar comida, y a pesar de que les dieron algún beneficio energético, tuvieron que gastar más energía para conseguirlos.
Nuevas formas de alimentación en la tierra
Durante el estudio realizado, el 94% de los osos se alimentó de vegetación; el 56%, de bayas; el 39%, de cadáveres de aves; el 33% masticó huesos; y el 17%, astas de caribú. Otras presas sólo fueron consumidas de forma individual e incluyeron huevos de aves, una liebre ártica, una foca y una beluga.
A pesar de esta alta tasa de consumo de alimentos omnívoros, sólo dos osos en el momento de la recaptura tenían proporciones de creatinina en suero sanguíneo, indicativo de haberse alimentado recientemente. De este modo, este estudio es una muestra del riesgo que supone para estos animales el deshielo. Si bien durante el periodo en tierra, cuando no hay hielo marino, las focas polares, de las que consiguen la mayor parte de su energía, están fuera de su alcance, si el periodo de deshielo se alarga, estos animales se verán obligados a moverse por tierra, lo que afecta a su supervivencia.