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Miquel Carrillo, vocal de la Junta de Gobierno de la Coordinadora de Organizaciones para el Desarrollo

“El cambio climático y el escenario bélico no hacen más que aumentar el número de amenazas que soportan los cooperantes”

El cooperante es un profesional que a menudo trabaja en contextos no democráticos donde la vida de las personas no vale nada. En los últimos años, además, se observa “un incremento del acoso hacia la sociedad civil en todo el mundo, una criminalización de la solidaridad”, según explica Miguel Carrillo a Soziable.es. A pesar de esas amenazas constantes, que aumentan con el cambio climático y el escenario bélico, los cooperantes persisten en su trabajo, tanto en las emergencias como en la cooperación al desarrollo, aportando además una visión cada vez más centrada en los derechos, cooperando en la construcción de Estados de derecho.

Miquel Carrillo, vocal de la Junta de Gobierno de la Coordinadora de Organizaciones para el Desarrollo
Miquel Carrillo, vocal de la Junta de Gobierno de la Coordinadora de Organizaciones para el Desarrollo

El 8 de septiembre es el Día del Cooperante en nuestro país, que cuenta con más de 2.700 cooperantes, profesionales que trabajan a menudo en situaciones extremas y reclaman una mejora en las condiciones, así como un mejor reconocimiento a su trabajo, a su profesión. En los últimos años, las amenazas han aumentado y la precariedad laboral ha sido muy grave, de ahí la importancia y la oportunidad de la nueva Ley de Cooperación para el Desarrollo Sostenible y la Solidaridad Global y su desarrollo reglamentario.

¿Qué es un cooperante?

"Un cooperante ante todo es un profesional"

Un cooperante ante todo es un profesional y existe un estatuto del cooperante, pero hasta ahora, en el Instituto Nacional de Empleo no consta un epígrafe para definir nuestro trabajo. Cuando hace unos años la OCDE elaboró un informe sobre las políticas de cooperación de España, una de las cosas que pedía era desarrollar una carrera profesional para el cooperante, abandonar esa precariedad o esa espontaneidad, esa idea de que te tomas un paréntesis y decides tener una experiencia vital… No, yo me dedico a esto, es mi profesión, no me he escapado de casa ni he tenido una crisis emocional y me he ido a Mozambique de cooperante, no. Hay que abandonar esa idea porque es muy importante para trabajar de manera correcta.

Esta falta de reconocimiento a la profesionalidad, ¿contribuye a la idea errónea que tenemos en la sociedad española sobre la cooperación?

Existe ese componente de vocación o voluntariedad, ese marco mental en el que se sitúa la cooperación, pero poco a poco se va desmontando esa visión. Cuando movilizas a alguien hay que poner a su disposición unas condiciones mínimas para que pueda desarrollar bien su trabajo y eso no ha estado claro siempre por esa confusión que se tiene por el componente vocacional. Todavía arrastramos algunos mitos o falsas creencias, como aquello de que “encima de que se lo pasan bien hay que pagarles…” Y en esa lucha estamos todavía.

¿Qué esperanzas tienen en la nueva Ley de Cooperación para el Desarrollo Sostenible y la Solidaridad Global, que prevé la elaboración de un nuevo Estatuto del cooperante?

Hay un borrador de ese estatuto y alegaciones con muchas referencias a un reconocimiento de los derechos laborales, de la peculiaridad del desplazado en territorios peligrosos, de los descansos necesarios, de las características propias de un trabajo muchas veces en emergencia, en circunstancias de acoso, de condiciones materiales diferentes, de desplazamientos sin la familia… Todo eso se está intentando conseguir para trabajar bien y que no sea simplemente un pequeño paréntesis y a los dos años no puedas más y lo dejas, porque eso es una manera de descapitalizar la cooperación, si no hay continuidad todo ese conocimiento también se pierde.

La precariedad laboral ha sido muy grave estos años…

"El trabajo del cooperante a menudo se desarrolla en contextos no democráticos, donde la vida de las personas no vale nada, donde los cooperantes han sido escudos humanos"

Se afirma que el trabajo humanitario nunca ha sido tan peligroso como hasta ahora, ¿cuáles son las amenazas que soporta el cooperante hoy en día?

Las de siempre, porque el trabajo del cooperante a menudo se desarrolla en contextos no democráticos, donde la vida de las personas no vale nada, incluso muchas veces donde los cooperantes han sido escudos humanos, en el sentido de que su presencia ha desincentivado las amenazas o el atentado contra la vida de otras personas; lo que sí es cierto es que hay un incremento del acoso hacia la sociedad civil en todo el mundo, una criminalización de la solidaridad, de las organizaciones que están ahí detrás de la cooperación internacional y las personas que están en primera línea, que son quienes lo sufren. Cada vez hay más problemas en algunos estados que están viviendo una involución democrática y ven a las ONG y a los cooperantes como testigos muy incómodos; luego, si hablamos de desastres naturales o humanos, son también escenarios muy peligrosos y, en ese sentido, el cambio climático y el escenario bélico no hacen más que aumentar el número de amenazas.

¿Cómo ha evolucionado la cooperación al desarrollo en los últimos años?

Está enfocada cada vez más desde una perspectiva de construcción de derechos y no de construcción de infraestructuras. Hay una serie de líneas que tradicionalmente se trabajan mucho, con gran concentración de recursos, como es la educación, la salud y la alimentación, pero cada vez tendemos más a un enfoque de derechos, es decir, no se pretende sustituir a las administraciones públicas de los países en los que trabajamos, ni hacer las funciones del estado sino trabajar en titularidades de derechos, responsabilidades, obligaciones, para construir el derecho a la educación, a la alimentación, a la salud, etc.

Es decir, no solo se trata de ayudar, ¿también de cooperar en la construcción de una sociedad más justa?

"Intentamos centrar la cooperación en la promoción de derechos, con una defensa de los derechos para todo el mundo"

La cooperación no solamente trata de hacer donaciones, también busca responsabilizar al titular de derechos, al titular de obligaciones, al titular de responsabilidades para que los derechos sean universales y accesibles, que no sea algo discrecional, que alguien pueda protegerlo porque a veces no existen leyes… No existe lo que se llama Estado de derecho por eso cada vez intentamos centrar la cooperación más en la promoción de esos derechos, lo otro es apagar fuegos, tapar agujeros, esa es la emergencia, que también es necesaria, porque en esas situaciones hay que salvar vidas y ya está, pero al día siguiente hay que intervenir con un enfoque de derechos, con una defensa diaria de los derechos para todo el mundo, atendiendo a las peculiaridades de todas las personas.

En ese sentido, las amenazas que sufren los cooperantes, como comentábamos antes, ¿se podrían agudizar más al promover desde la cooperación un enfoque de derechos en países que no lo tienen contemplado?

Por supuesto, en el momento en que no vas allí simplemente a entregar unos sacos de cemento, ladrillos y varillas de acero, todo es más incómodo, desde el momento en que tú vas a apoyar, aunque sea de una manera discreta, a un movimiento que está reclamando una ley de educación, o de acceso al agua, eres más incómodo, y puede pasar cualquier cosa, como le pasó a compañeros que han expulsado de Marruecos por apoyar el movimiento LGTBI. Lo mismo con compañeros que trabajan en proyectos con respecto al agua, la alimentación, la defensa de los derechos humanos

¿Cuál es la tarea de la Coordinadora de Organizaciones para el Desarrollo?

Hacemos lo que las organizaciones por sí solas no pueden hacer, tenemos que defender unidos la política pública de cooperación y dotarla de recursos; esa es una de las grandes misiones, pero dentro de eso, sin ser una patronal o sindicato, también tenemos que cuidar las condiciones de trabajo de nuestra gente, que sean las necesarias y dignas. 

Pero ya no es solo la atención a los cooperantes, cada vez nos preocupa más la gente con la que trabajamos allí, muchas veces contratas gente local y mientras crecen nuestros derechos, los suyos se quedan igual o disminuyen. Esa es otra batalla que está costando muchísimo y ocurre entonces que la cooperación española evacúa por ejemplo a mucha gente de Afganistán y deja tirada a traductores o asistentes de ONG.

"Habría que plantearse extender esos derechos a las personas que trabajan con nosotros y que contratamos allí cada vez más, también por un movimiento un poco descolonizador, dejemos de enviar al hombre y a la mujer blanca porque las personas de esos países tienen una red y un conocimiento de esa realidad que nosotros no tenemos"

Al fin y al cabo también son cooperantes…

Claro, ¿por qué no? ¿Qué determina que sean cooperantes, que sean españoles? Hay que intentar por todos los medios romper esa tendencia, incluso legalmente, todo se puede cambiar con voluntad política, busquemos la manera de proteger a esa gente, porque al fin y al cabo si al cooperante se le tuercen las cosas, coge un avión y se viene, pero los que son de allí y han estado trabajando con organizaciones que se instalan en esa visión de derechos, se quedan en una situación muy comprometida. Es una cuestión de justicia elemental, habría que plantearse extender esos derechos a las personas que trabajan con nosotros y que contratamos allí cada vez más, también por un movimiento un poco descolonizador, dejemos de enviar al hombre y a la mujer blanca allí a salvar a nadie, porque además de tener capacidades, las personas de esos países tienen una red y un conocimiento de esa realidad que nosotros no tenemos.

El grado de descentralización y de conexión con la sociedad civil de la cooperación en España es único en el mundo.

Desde la Coordinadora de Organizaciones para el Desarrollo se señala la importancia de la cooperación descentralizada en nuestro país, ¿por qué es tan importante que sea así?

España es una rara avis, pocos países del mundo tienen un sistema de cooperación repartido entre diferentes administraciones públicas que aportan capacidades financieras, técnicas y sociedad civil y no residen solo en un ministerio. El grado de descentralización y de conexión con la sociedad civil que ha tenido la cooperación en España es único en el mundo. Cada una de esas administraciones públicas, con sus competencias, su experiencia, su conexión, es mucho más cercana a su sociedad civil; por ejemplo, se pueda cooperar con la Diputación de Orense y eso facilita que la gente de Orense se involucre en esa cooperación y tiene un gran poder movilizador y educativo, una capacidad de mostrar a la población la globalidad de los problemas que afectan a todos.

"Gracias a la cooperación descentralizada hemos podido presentar proyectos más innovadores o más próximos al interés común, más valientes, y eso es muy interesante para las organizaciones de la sociedad civil"

¿Qué otras ventajas presenta esta descentralización de la cooperación al desarrollo?

A la hora de plantear propuestas está mucho más libre de intereses espurios o que entren en conflicto con intereses económicos o geoestratégicos del Estado. De hecho, gracias a la cooperación descentralizada hemos podido presentar proyectos más innovadores o más próximos al interés común, más valientes, y eso es muy interesante para las organizaciones de la sociedad civil; la cooperación descentralizada ha contribuido con muchos más recursos, por ejemplo, a la línea de educación para la ciudadanía.

La ayuda oficial al desarrollo en España está por debajo de la media de la OCDE, apenas supera el 0,3%, ¿la nueva ley podría mejorar estos porcentajes?

Así es, los países nórdicos o Gran Bretaña la superan con mucho. En España no llega al 0,7%, a lo mejor ocurre en algún municipio, en ocasiones, como en Barcelona cuando estaba Maragall, y algún municipio más, porque la cooperación municipal es muy importante. En la nueva ley, además, pedimos que de ese 0,3% de la ayuda oficial al desarrollo, se dedique el 10% a emergencia.

Hace unos años, España llegó a estar en el 0,2 y ahora se ha recuperado un poco; este año subió por la guerra de Ucrania, por todo lo que se dedica a refugio y llegó al 0,3%, pero sigue siendo muy poco y esta es una de las principales reclamaciones, sobre todo que la financiación fuera algo más previsible, saber con qué recursos contamos, porque es lo que nos sirve para construir nuestra acción. Pero hay un proceso de burocratización muy fuerte y de malversación y corrupción, con lo que al final han pagado justos por pecadores.

En general, las subvenciones, su justificación y todo lo relacionado con ese papeleo nos quita muchísimas energías y esto también se intenta reformar con la nueva ley, que va a generar un nuevo reglamento de subvenciones y se intentará simplificar y rebajar el nivel de burocratización.